¡Tod@s, todxs, y todas contra el sexismo, con el poder de las vocales!

Alejandro Netzahualcóyotl (@netza)

Seguramente habrás notado que, desde hace unos años para acá, en todos los discursos, comunicados, avisos, y hasta en las publicaciones de Facebook, se hace todo tipo de suertes para evitar el uso de un masculino para referirse a ambos géneros, como:

– “los amiguitos y las amiguitas” (se hace un doblete, es decir, se usan ambos géneros)

– “los y las amiguitas” (se usan ambos géneros del artículo)

– “amiguitos(as)” y “amiguitos/as” (se anexa a la palabra masculina la parte que marcaría género femenino)

– “amiguit@s”, “amiguitxs” (se usa una grafía que trate de abarcar ambos géneros, que por cierto, nadie sabe cómo se lee en voz alta)

– “amistades” (se usa un sinónimo que sea de género común, es decir, que no cambie de forma según el género)

– “personas a quienes les brindo mi amistad” (se cambia por una frase que incluya ambos géneros)

Sin duda, este tipo de expresiones son relativamente recientes: ningún editor de los de antes (de los que únicamente publicaban en papel) permitiría ese tipo de rodeos tan artificiosos. Uno estaría en todo su derecho de preguntarse, entonces, si esos mecanismos son gramaticalmente válidos, o si se vale utilizarlo en textos formales, o si de hecho, inesperadamente, es así como siempre debimos escribir.

El origen de este nuevo fenómeno tiene como causa un problema grave que existe y es muy real: el sexismo (y en particular, el sexismo del lenguaje). Que en alguna lengua (como el japonés) una palabra para “esposo” también sea la misma para “amo” (“amo” en el sentido de “dueño de un esclavo”) tiene una connotación tan insultante que no faltará incluso algún soltero que se sienta ofendido. ¿No es alarmante que una visión tan machista esté tan íntimamente infiltrada en algún idioma? A final de cuentas, es justo por medio del lenguaje que expresamos nuestro pensamiento e interpretamos al mundo. ¿No deberíamos hacer algo? Ese lenguaje sexista se nos ha colado hasta niveles institucionales, como esa vez que el Diccionario de la Real Academia Española definió “gozar” como –y cito textualmente– “conocer carnalmente a una mujer”, como si el placer del coger (que es a lo que se estaba refiriendo la RAE con una mojigatería infinita) fuera una experiencia reservada únicamente al varón (porque seguramente no tenían en mente a una mujer lesbiana).

¿Podríamos decir que existen lenguas inherentemente sexistas? ¿El español sería una de ellas? ¿Acaso ya encontramos el mismísimo origen para el machismo latinoamericano? La respuesta de cualquier especialista del lenguaje sería, contundentemente, que no. Es cierto que nuestro idioma hace una distinción entre masculino y femenino en algunas clases de palabras, lo que no sucede en otras lenguas del mundo. En finés, por ejemplo, “él” y “ella” se dicen de la misma manera. Existen otras lenguas, como las africanas bantúes, en las que los sustantivos (es decir, las palabras que usamos para nombrar entes, como “casa” o “amigo”) suelen clasificarse no solamente en los dos o tres géneros con los que estamos familiarizados, sino en clases más diversas, como frutas, personas o animales. En español, si un infante es varón utilizaremos la palabra “niño”, y si es hembra, “niña”, y por eso el hispanohablante común y corriente sabe que hay una relación entre género gramatical y género biológico, por lo menos en las palabras que se refieren a personas (en castellano “sol” es masculino y “luna” femenino, que es justo lo contrario de lo que pasa en alemán, y esto es posible porque ambos astros no tienen en realidad, evidentemente, un género biológico). De ahí, ciertos hablantes con particular sensibilidad a la inequidad de género pueden percibir que cuando alguien dice “día del niño”, está refiriéndose únicamente a los niños varones (lo cual sería comprensible de ese modo en un país como Japón, en el que hay un día del niño y un día de la niña, pero no en México, donde nunca hemos hecho tal distinción). Algunos feministas consideran que utilizar la forma masculina para referirse a ambos géneros -fenómeno llamado por algunos “masculino genérico”-, es machista, porque invisibiliza al género femenino.

Si lo meditamos, ¿de verdad se invisibiliza a la mujer al utilizar las formas masculinas para referirnos a ambos géneros? Hay que ponerse a pensarlo detenidamente. Es realmente difícil creer que alguna vez alguna mujer se haya sentido invisibilizada al haber escuchado la frase “el perro es el mejor amigo del hombre”. Aún más increíble sería creer que la única manera de resolver tal afrenta haya sido utilizar un doblete. ¿De verdad alguien reformularía el dicho diciendo “el perro y la perra son los mejores amigos y amigas del hombre y de la mujer”? Si esto realmente sucediera, tal vez sería tiempo de ponerse a reflexionar si acaso esto de la corrección política no se nos está saliendo un poquito de las manos. Seguramente algún patrullero de la corrección política “corregiría” el dicho diciendo “los canes son las mejores amistades de las personas”, tratando de no utilizar palabras que, consideran, tienen un género exclusivo. No se daría cuenta de que en español se dicen cosas como “Juan es una persona muy linda”, y nunca “Juan es una persona muy lindo”, a pesar de que Juan es varón, porque en español hay palabras de género femenino que se pueden usar para cualquiera de los dos géneros (sustantivos epicenos), y esto nos demuestra, de nuevo, que el género gramatical de la lengua y el género biológico en realidad son dos fenómenos distintos que, aunque coinciden la mayoría de las veces, no se corresponden siempre. Querer ver machismo en el uso de una vocal y no de otra es, por decirlo de manera amable, un poco paranoico.

Ya el eminente experto de la lengua española Ignacio Bosque ridiculizó en su artículo “Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer” a los manuales de lenguaje no sexista en España. “Un buen paso hacia la solución del “problema de la visibilidad” sería reconocer, simple y llanamente, que, si se aplicaran las directrices propuestas en estas guías en sus términos más estrictos, no se podría hablar”, dice. Explica, haciendo uso de su profundo conocimiento gramatical, por qué estos mecanismos son exagerados, dando a entender que una persona racional no los usaría. Del otro extremo, si se trata de comprender la lógica gramatical de quienes sí apoyan estos mecanismos para visibilizar a la mujer, uno se encuentra con aberrantes joyas de la ignorancia gramatical que aseguran que “en español, todos los sustantivos, adjetivos, artículos o pronombres que poseen un género gramatical puedes ser femeninos o masculinos y sólo los artículos o pronombres son neutros” [Ver la viñeta del inmujeres aquí]

El texto ni siquiera está bien redactado. No tiene ningún sentido. Se puede concluir que quien intentó redactar esto leyó por encimita alguna explicación de Yahoo! Respuestas sobre género gramatical y medio explicó, como pudo –o sea, nada–, cómo funciona el género gramatical en español. En realidad, en español sólo el artículo “lo” y los pronombres “le”, “esto”, “eso” y “aquello” podrían considerarse neutros. Pero eso es un detalle que solo les emociona a los lingüistas.

Otro grave problema que no reconocen los defensores del doblete es su escasa efectividad en la lucha contra la inequidad de género. Ya lo demostró nuestro expresidente Vicente Fox: de nada sirve utilizar “mexicanas y mexicanos” en todos tus discursos públicos, si vas a llamar “lavadoras de dos patas” a las mujeres viviendo en una pobreza tan humilde que solo les permite lavar la ropa a mano. Esto sucede porque usar el doblete se queda, casi siempre, en un mero acto simbólico, y sobre todo, superficial (aunque no minimizo la relevancia de los actos simbólicos per se). Lo que en realidad necesitamos son actos contundentes y de fondo en contra del machismo (luchar contra la trata de personas, la violencia en el noviazgo, la mutilación genital, etcétera) y no de forma: ya quisiéramos muchos que la inequidad de género se abatiera simplemente repitiendo una palabra cambiando una O por A.

Por último, he aquí un ejemplo en el que se puede observar cómo, lamentablemente, a veces estas políticas de visibilización del género femenino pueden resultar contraproducentes. En esta imagen, tomada de un curso en línea de Inmujeres para “expresarse sin sexismo”, se cuenta una reveladora anécdota al respecto del “masculino genérico”:

96492maestra

maestra (Inmujeres)

[clic aquí] para verla en grandote.

Aunque el objetivo de la anécdota es hacer notar que estamos invisibilizando al género femenino al utilizar “niños” para referirse tanto a niños como a niñas, si se observa y medita a consciencia, uno puede darse cuenta de lo que en realidad sucedió: la profesora les enseñó a sus alumnas, inadvertidamente, a sentirse excluidas cuando no se dirigen a ellas con el doblete. Aunque esa no era su intención, se terminó creando exclusión en donde nadie tenía la intención de crearla, y esas niñas han sido educadas para sentirse no tomadas en cuenta incluso cuando, como en este caso, esa no es la intención del enunciante.

Esto es lo que sucede cuando nos centramos más en la forma más que en el fondo. Muchos preferiríamos que esa profesora no se desgastara (porque es agotador) en procurar siempre usar el doblete, y mejor charlara con sus alumnos sobre por qué es importante para todos la igualdad de género, y lo demostrara más con sus actos que repitiendo una palabra cambiándole una letra, o estigmatizando en su vocabulario palabras tan bellamente simples como “alumno” y reemplazándolas por otras innecesariamente rebuscadas como “el alumnado”. Pero nos hemos centrado más en la corrección política, porque es una cuestión de forma y no de fondo, porque, a fin de cuentas, es más fácil…

Entonces, ¿ya no debo escribir “tod@s” y decir “todos y todas”? En realidad, naturalmente, puedes hacer como quieras. Es tu lengua, es tu manera de expresarte y puedes utilizar todo el simbolismo que quieras en tus palabras, si esto es un asunto importante para ti. Si quieres usar “todas” para referirte a un grupo de varones y mujeres, estás en todo tu derecho, ¡faltaba más! Aunque debes recordar un par de cosas: si eres un político que usa el doblete porque crees que así te estás ganando a la mitad del padrón de votantes, alguien debió informarte que tu padrón no es tan ingenuo y sabe que lo haces por pura pantalla. Y también debes recordar que, así como no usar un moñito rosa en la camisa no te evidencia como un ferviente militante a favor del cáncer de seno, tampoco quien no usa el doblete es un incorregible villano que quiere invisibilizar a la mujer.