Con las fiestas decembrinas llegan también toda clase de parrandas épicas: el brindis de fin de año en la oficina, las posadas de tu calle o tu colonia, la ocasión bohemia con los cuates o parientes, en fin, toda una gama de posibilidades para celebrar y ponerte hasta las chanclas.

Sin embargo, nunca falta el briago impertinente que se pasa de peregrino y hace de la magia de la Navidad una ocasión para lucir sus modales soeces y costumbres obscenas, o bien, para hacer el ridículo de su existencia. Por ello, porque todos podemos regar el tepache alguna vez o conocer alguien así, aquí te ofrecemos una serie de conductas que identifican al típico malacopa navideño:

– Otra: te quedas cuajado de borracho en el sillón del vecino (quien organizó en su casa la posada). Y de súbito, te despierta el llamado del organismo, al que le urge sacar a la luz toditito el guacalao. ¡Y chúpale, pichón! No alcanzas a llegar al baño y guacareas sobre el nacimiento con todo y borreguitos.

– Ya después de varios ponches con piquete adentro, y con los chamaquitos dando lata alrededor tuyo, decides hacer honor a la verdad y decirles a los sobrinos la mera realidad acerca de quiénes son los Reyes Magos (por supuesto: Melchor, Gaspar y Baltasar).

– Del brindis del trabajo al table más afamado del rumbo, y de ahí, a la posada en la cuadra… total que, de tantos lugares visitados a lo largo de la borrachera, cuando llegas a tu casa descubres que te has gastado todo el aguinaldo y ya no te queda ni para el pavo ni para las uvas de Año Nuevo.

– Otra igualmente común: eres la chava más recatada de la oficina; jamás andas en chismes, nunca le das jalón a nadie (ni al jefe); eres la de conducta más enderezada, la más callada de todas… Pero luego de los respectivos alipuses de sidra, rompopito y jarritos locos, haces el oso de tu vida, bailando sola por las mesas (en perreo intenso) y haciendo un generoso chichis pa’ la banda, como regalo navideño para todos tus compañeros de trabajo.

– Puede suceder que, en la fiesta del trabajo y ya con unas cuantasbotellas encima, te dé por reivindicar a la clase trabajadora y mentarle la madre al jefe, al mandamás de la oficina, o de plano al patrón, delante de las másdistinguidas personalidadesde la empresa.

– Llegas a tu casa ya muy persa y, con tremenda urgencia a causa de tu vejiga incontenible, te avientas una firma en el arbolito de Navidad de la unidad habitacional. Por si fuera poco, cuando el vigilante se acerca para conminarte a que te retires, lo confundes con Santa Claus, lo abrazas y te pones a llorar porque nunca te trajo los obsequios que pediste.

– Al son de “la piñata tiene caca…, tiene caca… cacahuates de a montón”, y ya en plan de briagadales, tienes de pronto la magnífica ocurrencia de sacarle la fruta a la piñata antes de tiempo (y no precisamente a palos), ahí en plena posada, delante de todos los chamacos y de los familiares (¡guácatelas!).

En fin, éstas son algunas de las cosas que pueden hacer los malacopas en estas fiestas de fin de año. Ahora cuéntanos: ¿conoces a algún borracho así?, ¿has sido malacopa alguna vez? ¿Qué otras cosas de este tipo has hecho o has visto?

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