La noche de un sábado, Gael García, cuya única película conocida era Amores perros, se acercó a Mondragón para que lo representara: «No sé nada de actuación ni del negocio de los actores», le respondió Jorge. Gael le explicó que pretendía desarrollar un manager nuevo: «Aprendes rápido, no hay ciencia», insistió. El domingo sonó su teléfono:

—Jorge, supe que hablaste con Gael. Yo también quiero —era Diego Luna.

En un día, Mondragón asumió la carrera de dos actores 15 años menores que él, con una incipiente trayectoria. En seis años de trabajo conjunto, Luna ha participado en 20 películas, dirigido lo mismo por Kevin Costner o Steven Spielberg. Y sus ingresos se diversifican: es imagen de American Express y condujo los MTV Video Music Awards Latinoamérica de 2002 a 2004.

Luego asomaron “sus niñas”. Tras manejar a decenas de varones, Mondragón acordó representar a las chicas de Ladies Night, Ana Claudia Talancón y Ana de la Reguera. El paso al cromosoma X ha sido duro. Los líos por los cuerpos de sus actrices son corrientes y han dejado al descubierto parte de lo peor de su personalidad.

«La ironía —dice Jorge— es que sé manejar a todos menos a mí mismo.» Él, a veces, es su más grande enemigo.

El 18 de octubre, en la fiesta de lanzamiento de GQ México, entre cientos de invitados atacó a gritos a un reportero que fotografiaba a Talancón —primera portada de esa revista— en el Centro Cultural del México Contemporáneo de la Plaza de Santo Domingo.

Hace unos meses, Teresa Suárez, directora de Así del precipicio, reveló que Mondragón exigió editar un desnudo de Ana de la Reguera porque a la actriz le molestó el resultado. Ante la negativa, Mondragón prohibió a su actriz participar en la promoción del film.

A las 12 del día de un lunes, Mondragón llegó con Ana de la Reguera y Ana Claudia Talancón al Hotel W. Ahí lo esperaban el peinador, la vestuarista y los fotógrafos de Chilango. Mondragón había acordado, tras aprobar un boceto, que ambas actrices posarían en baby doll, en una cama junto a él, para la portada de la revista.

—¿Qué quieren desayunar?, aquí nos van a invitar a todos —dijo al entrar a la suite donde se realizaría la sesión fotográfica.

Poco después se acercó al editor de foto: «Olvídate de los baby doll y los calzones.»

—Pero eso acordamos.

—No güey, ¿cómo crees? Son Ana de la Reguera y Ana Claudia Talancón. Nadie las ha encuerado y no lo vas a hacer tú.

—Va a ser una gran portada.

—No mames.

Descartados los baby doll, Luz María, coordinadora de moda, sacó dos sexys vestidos satinados. Alex Reynal, el maquillista, las empolvó y las peinó como divas de los 50. Las actrices se pusieron las prendas doradas. Mondragón, acostado con todo y zapatos —en cuyas suelas aparecía la imagen de James Dean—, aguardaba el inicio de la sesión: «Qué cagado, James Dean es mi ídolo, y a cada paso que doy lo pisoteo.» Las Anas, recostadas a sus costados, le acariciaban el vientre, en un gesto natural, como dos niñas junto a su padre.

—¿Cómo ven?, este güey las quiere encuerar —les dijo Mondragón.

—Si me pagan lo que cobro no hay pedo —bromeó Ana Claudia.

—Yo, aunque no me paguen —agregó Ana de la Reguera.

Mondragón se puso serio: «No insistas —le dijo al editor de foto—. A estas chavas las protejo como a mis hijas y jamás haría algo que distorsione la imagen que busco: actrices finas. No putas encueradas.»

La Isla Mondragón

El rincón secreto de Jorge se ubica a media hora de Acapulco: la Isla Mondragón. Su familia posee una paradisiaca residencia en un islote frente a la playa. Jorge acerca su auto hasta la costa y saca un par de espejos con los que hace señas de sol a los sirvientes. Ellos abordan sus lanchas y surcan el mar para recogerlo a él y a sus acompañantes. En Isla Mondragón comes, bebes, juegas, oyes música. Es decir, gozas. Y los demás, a su lado, aprenden a gozar.

Mondragón da a la gente lo que la gente quiere. Seduce, embelesa, atrapa, te hace sentir el más especial del mundo tratándote como a un igual, aunque, en su mundo interno, él se asume diferente. ¿Eres tímida? Te dirá “mi niña” dándote un abrazo de oso. ¿Sueñas con conocer a Diego Luna? Te llevará a Cafeína, el bar del que son socios ¿Te gustan las mujeres? Te rodeará de diosas una noche. De ti depende confiar. O, como él mismo me dice, poco antes de partir en su Audi negro, mientras juguetea con sus dedos de uñas con barniz negro y me muestra una sonrisa que no logro descifrar: «Si alguien te habló bien de mí, te mintió. Desconfía de esa persona.»