Toda urbe se caracteriza por sus construcciones, sus calles, su ajetreo, sus aromas y, claro está, por sus sonidos. En el caso de nuestro amado Distrito Federal, hay resonancias que son un poco más que simple contaminación sonora y un poco menos que la más cruel de las torturas.

Catalogadas como ruido (¡vaya eufemismo!), estas joyas acústicas tienen el poder de erizarle la piel y ponerle los pelos de punta a cualquier chilango. He aquí un breve inventario de esos sonidos que te hacen desear con todas tus fuerzas estar muerto o, de perdida, sordo. ¡Comenzamos!

La alarma de un coche

La alarma de un coche que dura horas sonando sin que su dueño aparezca para desactivarla es una estridencia tan desesperante como habitual en nuestra ciudad (¡maten al propietario!).

El carrito de los camotes

De repente, la paz de la tarde-noche puede estallar con ese chiflido infernal capaz de producir los más siniestros escalofríos, dignos de cualquier ritual satánico.

Los vagoneros del Metro

Estos personajes no pueden faltar en este catálogo, pues, presentes en el viaje de todo metronauta, con sus bocinas tamaño sonidero tocan lo mejor de la cumbia en formato mp3, a un volumen desquiciante.

https://www.youtube.com/watch?v=vjMWeI51KQg

Los organilleros

Símbolos de un pasado ya lejano, deleitan con su música y nostalgia a los transeúntes, pero si los instrumentos no están bien afinados (casi siempre es así), ¡aguas!, porque pueden ser un auténtico suplicio.

Tamales

La clásica grabación que anuncia “tamales oaxaqueños calientitos” suele ser una penitencia despiadada cuando te taladra los tímpanos a las nueve de la madrugada del domingo.

La tira

Las sirenas de la policía son de los ruidos más horribles de cualquier metrópoli, aunque si vives en un barrio peligroso, quizá ya te hayas acostumbrado a ellas.

Los merolicos

El merolico de tianguis también alza la mano en la presente lista. Sí, esa voz tipluda que sale de unos altavoces súper potentes y anuncia pomadas que lo curan todo: “si a usted le crecen fetos en los hongos de las uñas y se siente desganado…”.

Los autos

El clamor de los motores y los cláxones en un día de tránsito pesado (viernes de quincena, a las 7 p.m., después de una marcha por Reforma) puede enloquecer hasta al más sereno de los conductores y, por supuesto, también a los peatones.

El camioncito de los helados

Para llamar la atención de los niños, emite por sus altavoces una música por demás aterradora, que ya hubiera querido el payaso de la película Eso.

Colchones…

La voz espeluznante de la niña que avisa “se compran colchones, tambores, refrigeradores, estufas, lavadoras, microondas o algo de fierro viejo que vendan” incita, de plano, a aventarse desde la ventana con todo e hijos.

Los gatos

Finalmente, nada tan repulsivo como escuchar a los gatos de tus vecinos (y también a sus mascotas) mientras se están apareando duro y sin cesar.

https://www.youtube.com/watch?v=wotlhsrveSM

De tal manera, llegamos al fin de este listado acústico, lleno de ecos indeseables que ya forman parte de nuestra vida cotidiana. Y como sin duda nos hicieron falta más, dinos ahora: ¿cuáles son los ruidos que más te desesperan de Chilangolandia?

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