Seguro te ha pasado: un día abres el closet y miles de objetos empiezan a caer sobre tu cabeza. Tratas de defenderte del alud de cosas que te atacan y de pronto en tu mano derecha aparece uno de los tiernos dibujos que hacías en el kinder y en la izquierda el retenedor bucal que usabas cuando tenías 14. Eso indica que ha llegado el momento de deshacerte de algunas cosillas que has guardado por mucho tiempo. ¿No crees?

Claro que no es nada fácil tirar objetos que más bien representan situaciones muy significativas en tu vida y te preguntas cuál momento debe seguir guardado: la primer servilleta que conseguiste en un antro con el número de una chica y unos voluptuosos labios dibujados en ella, o los boletos del concierto de ese cantante pop que detestas, pero al que llevaste a la niña que te gustó durante toda la prepa y besaste justo en la canción más melosa. Y… ¿Si te pones radical y lo tiras todo? Sí. Todo.

Hay muchas razones para que de una buena vez le regales al basurero la pijama que te trajo Santa Claus a los cinco años o la botella de la loción que te regaló tu primer novia. Piensa muy zen y permite que la energía pueda llegar a cada uno de los rincones de tu casa sin atascarse en los tenis que llevan años debajo de la cama. Deshazte de todo lo que te ate al pasado y construye el futuro en una habitación vacía. Saca de tus bolsillos pelusas añejas, envolturas de dulces y antiguos resentimientos. No hay mejor momento en la vida que cuando aprendes a darle el justo valor a las cosas. Al final son los recuerdos lo único que valdrá la pena conservar.

¿Por qué no intentarlo?