Quizá muchos nunca hayan escuchado hablar deAntonio el “Güero” Jasso (1935-2013), un excepcional futbolista chilango que jugó en la Selección Mexicana, en el América, en el Zacatepec y hasta en el Necaxa. Conoce su historia, conoce cómo era el futbol de mitad de siglo pasado y cómo Emilio Azcárraga Milmo, el “Tigre”, al no poder ser el padrino de uno de los hijos de Jasso, lo sacó de la Selección.

Hoy, que la Selección Nacional se juega parte del boleto al Mundial de Brasil 2014, recordamos al “Güero”, quien sabía bien cómo se enfrentaban estos partidos.

I

Antonio el “Güero” Jasso (1935-2013) murió de tristeza. Llevaba tres semanas sin jugar futbol, con las piernas inútiles en una cama de hospital, y su corazón se fue hinchado desconsolado hasta abrirse, el 26 de junio, en un fatal infarto.

II

Cuando debutó en Primera División (1954), a los 14 años (pesaba 47 kilos), el futbol se concebía como un juego de ataque. En los planteamientos abiertamente ofensivos, el centro de la cancha era ocupado por un medio que tomaba las decisiones. Fernando Marcos, entrenador del Necaxa, ahí lo colocó y Jasso creó un futbol de ferocidad y desconcierto.

Sus agresiones eran de una brutalidad incontestable. Le bastaba un movimiento para transformar por completo los escenarios y de pronto el centro delantero se encontraba solo frente al portero cuando un segundo antes el panorama estaba trabado. Agredía con todos sus pensamientos; sin embargo, su violencia era estilizada y quieta. Tenía una incorregible obsesión en la mente de dar muerte conservando patrones de armonía y belleza, como un asesino en serie.

Lo compró el campeón Zacatepec en 1956 y bajo la dirección de Nacho Trelles (también director de la selección) su juego se limpió del vicio de humillar. Dejó las gambetas de más y también los sombreritos para burlarse del rival. Se dedicó con disciplina y pasión a construir un futbol imaginativo, de trazos arrojados e inesperados, que desequilibraban al rival hasta hundirlo.

La prensa lo acusó de soberbia: “¡Jasso no corre!”. Pero Trelles lo defendía a ultranza: “¿para qué va a correr si inmóvil es capaz de poner 20 pases claros de gol por partido?”. Zacatepec fue campeón otra vez en 1958 y de los 46 goles que consiguió el equipo, el “Güero” metió 14 y pasó ¡28!

Con él como creativo se concentró la selección para ir al mundial de Suecia. Pero en un entrenamiento, José Villegas Tavares, defensa del Guadalajara, casi le rompe la rodilla.

Le habían puesto el “Güero” por su piel rosa y cabello café claro cuando era un niño que echaba cascaritas en las calles de la Lorenzo Boturini, uno de los barrios bravos de atrás del centro. Su solvencia en el boxeo callejero le había granjeado respeto en los entornos rufianescos de los vestidores, aunque su cuerpo siempre se había mantenido flaco, un tanto débil.

Esa lesión en la rodilla le había quitado el torneo más importante del mundo. A su regreso (enero de 1959) su cuerpo era distinto: hombros anchos, pecho musculado y muslos pedernales. Se prometió a sí mismo que nunca más lo lastimarían tan fácil y, para protegerse, desarrolló un físico imponente.

Eran los tiempos de las Chivas arrolladoras y a Jasso lo compró el América. Lejos de restarle habilidad, su nuevo físico le añadió potencia en los tiros. En su primera temporada cobró 16 faltas afuera del área y metió nueve.

El “Güero” comandó a la selección en el Mundial de Chile 62. Se dice que ha sido el mejor México de toda la historia. Perdió 0-2 con el Brasil de Pelé (que fue campeón), le ganó 3-1 a Checoslovaquia (que fue subcampeón) pero no llegó a cuartos porque el portero Carbajal no le habló a un defensa a quien le decían “El Jamaicón” y dejaron pasar un balón de la forma más tonta en el último segundo de un partido que iba 0-0 con España, una de las grandes favoritas.

Aunque sólo jugó estos tres partidos, la FIFA nombró a Jasso el segundo mejor futbolista del mundo, detrás de Pelé. En la liga local, cada vez el Guadalajara ganaba con menos holgura; su imperio se desmoronaba lentamente hasta que, en 1966, un tiro libre de el “Güero” lo destruyó completamente. Ese año, en que le dio al América su primer campeonato profesional, la Juventus y el Real Madrid le hicieron ofertas para comprarlo. Venía otro mundial, Inglaterra 66, y estaba listo para irse a Europa para no regresar. Sin embargo, el “Güero” Jasso desapareció de pronto, sin explicaciones, de las cachas.

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III

Desde que nací, en 1986, el “Güero” Jasso entrenó niños en el Asturiano. Era una celebridad en este exclusivo club del Distrito Federal. Sus modales tendían hacia la rudeza pero sus ojos verdes, acuosos siempre, destellaban nobles y alegres. Su personalidad intrigaba a la gente. Todos sabían que jugó futbol y que fue de los grandes, pero su pasado ha sido un gran enigma. Quienes lo vieron jugar le preguntaban constantemente, “¿qué pasó después de Chile, por qué desapareciste?”, pero él no decía nada.

IV

El “Güero” se quedó viudo en 2007 y para evitar que la depresión lo desvaneciera le dije: “juguemos a las siete de la mañana, de martes a viernes, volibol con el pie, a ver si todavía te acuerdas”. Los retos le calentaban la sangre y así, a los 72 años, la pasión de jugar con un balón lo reanimó con vigor y alegría.

“¡Acabo de quemar la playera con la que debuté!”

Una mañana de 2008 llegó triste y furioso. La noche anterior el Necaxa anunció que su director deportivo sería el Zurdo López.

“¿Y sabes quién es el Zurdo López?, un argentino que nunca olvidó de Carlos Reynoso cómo esnifar”.

Nunca antes había hablado de por qué desapareció del futbol en su mejor momento y aproveché que había abierto una entrada a este oscuro pasado para indagarlo.

–¿Por qué desapareciste, por la cocaína?, le pregunté.

– No, por meras y tontas pasiones humanas. Emilio (Azcárraga Milmo) se había ofendido conmigo; quiso ser padrino de mi hija pero ya le había dicho a Nacho (Trelles, entrenador de la selección). Eso se juntó con que no acepté al nuevo entrenador del América, un tal Monsiváis, porque no sabía jugar ni con su caca, y le dije que era un cobarde por haber dejado que se lo impusieran. Me sacó de la selección y perdí el mundial; también le puso a mi ficha un precio ridículo para que no me fuera a Italia y me mandó a segunda división.

–¿Y el episodio de la cocaína?

–Poco después, a principios de los setenta, Azcárraga me había perdonado. Regresé al América y mi primer día de entrenamiento vi que dos futbolistas se pasaban bolsitas. Entonces supe que el futbol profesional se había convertido en un infierno y debía irme corriendo.

V

Lentamente los huesos se le fueron encorvando y encogiendo. Caminaba más y más lento, pero de martes a viernes llegaba a las siete de la mañana y jugaba volibol con el pie. Los partidos eran de dos contra dos. Tres toques y un bote. Él, que tenía golpes libres, no se movía pero siempre respondía los balones que iban cerca de su cuerpo. Con la cabeza, el hombro, la rodilla; se acercaba a los 80 y sus recursos parecían ilimitados. Era ambidiestro y disfrutaba (los ojos se le encendían con traviesa maldad) pegarle con efecto (el de un dedo era su predilecto).

Lo frustraba que su cabeza estuviera llena de ideas ingeniosas y fluidas pero su cuerpo, torpe, lento y viejo, fuese incapaz de ejecutarlas. A veces, un poco en broma, un poco en serio, aprovechaba la menor oportunidad para aumentarse el marcador y marcarle al rival fueras que eran líneas. Resultaba adorable que a los 78 años, para ganar, intentara hacer trampa.

A finales de 2012 lo internaron por una insuficiencia renal. Regresó dos semanas después más cansado y chiquito. Estuvo tres meses sin tocar un balón por prescripción médica, pero a las siete de la mañana llegaba para ver jugar a los demás. En marzo decidió desobedecer a su doctor y jugó otra vez; le volvió el sentido del humor y el color a la cara.

El viernes 7 de junio por la mañana ganó todos sus partidos y dijo triunfal y nostálgico: “cuando deje de venir a jugar me voy a morir”. Por la tarde lo internaron a causa de otra insuficiencia renal; a la semana siguiente lo fui a visitar y alardeó de sus últimas victorias. Prometió que en tres días regresaría. No lo dejaron salir de su cama. Pasaba las mañanas triste e inmóvil, con la ventana cerrada. Estaba desnutrido y le prohibieron las visitas. Sin futbol, su corazón se fue hinchado desconsolado hasta abrirse, el 26 de junio, en un fatal infarto.

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Antonio Jasso (Tomada de un video de Once TV)