Vamos a tratar de ponerla sencilla, para evitar todos los dimes y diretes y confusiones clásicos de una "crisis" diplomática. Por pasos:

1. El gobierno de los Estados Unidos quiere ver cómo funciona el tráfico de armas dentro del territorio mexicano. Por aquello del narcotráfico, vamos.

2. Registran muy bien unos cuantos arsenales, los meten de contrabando a nuestro amado país y van, poco a poco, viendo cómo se mueven de territorio en territorio.

3. No le avisan, en principio, al gobierno mexicano. La operación lleva el maravilloso nombre (Vin Diesel, Vin Diesel, Vin Diesel) de Rápido y Furioso. Pero el gobierno mexicano, de pronto, se entera.

4. Hay enojo, mucho enojo: que si la soberanía nacional, que si la barbaridad de estos gringos entrometidos, que si el problema viene desde que transportan armas de allá a acá, que si la abuelita de Batman.

5. Al pasar unos días, nos enteramos (el vulgo, pues’n) de que el gobierno mexicano sí sabía de la "intromisión" estadounidense y nada más se estaba medio haciendo guaje.

Ni rápido, ni furioso. Pura torpeza institucional, mientras los narcos siguen y siguen y siguen y siguen matando gente. Aguas ahí.