Hace unos días un par de mis alumnos me preguntaron si ya había visto “el video de Kony”. No supe de qué estaban hablando. Les pregunté y, por lo que relataron (más o menos: un señor en África que recluta niños para su milicia), intuí que se trataba de un videojuego. Un par de horas más tarde llegó a mi oficina otro alumno e insistió en que viera el video en ese momento. Mi curiosidad y su tozudez pudieron más que mi agenda.

4762-https://www.youtube.com/watch?v=MfMKjC4AOE0&feature=youtu.be

Es imposible no indignarse por lo que presenta Invisible Children: el drama de miles de niños y adolescentes reclutados a la fuerza por Joseph Kony, quien desde los años ’80 encabeza en Uganda un grupo paramilitar y cristiano llamado Lord’s Resistance Army.

Quedaron atrás los tiempos en que el adjetivo viral se atribuía al video de un gordito cayendo a un río. En aquella ocasión, cuando conocimos a Edgar, la sorpresa fue ocasionada por las miles de reproducciones que el video logró en pocos días. Ahora hablamos de decenas de millones de reproducciones.

La polémica está servida.

Para algunos el video es una muestra de que la indignación a la que llamó Stéphane Hessel el año pasado puede alcanzar nobles ideales si se organiza correctamente. Para ellos, basta una causa común y un catalizador (por ejemplo un video estupendamente producido) para encender la mecha de la participación social y demostrarle al mundo que millones de ciudadanos bienintencionados pueden superar burocracias anquilosadas, sistemas judiciales corruptos e incluso orografías imposibles.

Para otros, no se trata más que de una estafa, una maniobra maquiavélica para distraer la atención del gran público en torno a conflictos como el posible ataque de Israel a Irán. También puede tratarse, dicen, de la apología de una futura invasión estadounidense a Uganda para apropiarse de su petróleo. Los más moderados condenan el video por la actitud paternalista que adopta al asumir que la justicia llegará del llamado “mundo civilizado”.

Lo cierto es que estamos pisando tierra ignota en cuanto a movilizaciones sociales. Hace pocos años era impensable que una causa fuera seguida tan rápidamente por tal número de personas. Independientemente del caso específico de Kony (y de si, como pretende el video, se logra su captura), lo interesante es pensar en lo que viene. Jason Russell, uno de los fundadores de Invisible Children, declaró a la ABC en Estados Unidos que el video de Kony es sólo parte de una campaña que pretende movilizar a los internautas sobre muchos asuntos parecidos.

Las implicaciones éticas de este nuevo activismo están a la vista: ¿Cómo y dónde se tomarán las decisiones de a quiénes buscar, capturar y llevar a los tribunales? ¿En una ONG con sede en San Diego? ¿En otra asentada en una parecida ciudad “civilizada”? ¿Y qué cuando la mecha de la reacción viral se encienda en favor de intereses menos claros que los de Invisible Children? ¿Seremos capaces de discernir entre las causas justas y la propaganda ultramoderna?

@pepegonzalezmx