Los grandes saben bien cuándo retirarse -sea como sea- para
no andar dando penita ajena: Jesucristo, Bronco, Kurt Cobain, Michael
Schumacher… pero hay otros que nomás no y andan por la vida, digamos, jugándole
al "no soy un rockstar revolucionario pero me encanta que me digan lo contrario".

Joaquín Sabina -más allá de si es o no un buen músico, eso
cada quién- de pronto apareció en todos los medios porque le dijo "ingenuo" a
Felipe Calderón por la "guerra" que empezó contra el narco. Y tómala barbón:
Calderón le contestó; el secretario de Gobernación le mandó una carta; Paty
Chapoy se indignó (bueno, no sabemos bien, pero seguro sí) y todos se pusieron
a hablar de eso.

Chales y yo que era refans…

Más allá de que Sabina canta y compone, y su opinión sobre
el narco le debería valer madres a cualquier gobierno, el problema fue que
justo después de decirle ingenuo a Felipín aclaró que no iría a Los Pinos a
visitarlo porque "por eso no vine con Serrat".

Y días después… pues que va a verlo a Los Pinos, a escuchar
mariachi, a tomar tequila y a comer con él. O sea, o eres o no eres campeón.
Primero muy gallito y después jijiji y jajaja con el "ingenuo". Así no se
puede. Lo dicho: o Sabina regresa a meterse cosas y armar bullicio, o que se
dedique a cantar.

Dicen que así llegó a Los Pinos