No importa la fiesta.
No importa si es fresa, rockera, hipster o boda. En cuanto escuchas esos primeros
acordes de “Sweet Child O’Mine”
empiezas a sentir un cosquilleo que va por todo tu cuerpo y de alguna
forma hace que te sientas en pantalones de cuero o hot pants blancos y
pellizques a alguien porque ahora eres pelirrojo.

Tu mano derecha toma el micrófono, la otra la base manteniendo tu
balance mientras mueves tus caderas con la menor coordinación posible y la
fluidez de un poste de luz. Te
meneas de izquierda a derecha y te deslizas por el piso
en esa misma
dirección. Tus amigos gritan y se
emocionan, las mujeres, aunque con pena, te aplauden y sin importar que tu
momento de fama termine después de 15 segundos de baile, lo sigues haciendo los
6 minutos que dura la canción.

Ejemplo: