Capítulo II

El Mundial del 86 no fue un factor determinante para que Jorge Witker se decidiera por el periodismo deportivo, más bien le dio una perspectiva diferente a la hora de disfrutarlo como aficionado.

Su papá le regaló una serie de boletos para ver los partidos en el Olímpico Universitario, así que ahí comenzó su aventura mundialista, en la que estuvo en la disyuntiva de abandonar un estadio, y en la que también vio a los mejores jugadores del mundo en vivo y a todo color, como a Diego Maradona.

El temor por el terremoto del 85

A sus 16 años Jorge ya era un devorador de textos de futbol. Trataba de conseguir revistas extranjeras como ‘Onze’ y se empapaba de la perspectiva que en el extranjero tenían del Mundial que se jugaría en México.

La sorpresa fue que en Europa le tenían miedo a varios factores a los que se iban a enfrentar los jugadores después del terremoto del 85, “les hacía ruido el agua que iban a tomar en México, que era contaminada, había pánico en cuanto a salud después de lo que había pasado, pero esas versiones tenían su dosis de real y algo de exageración”.

Incluso escuchó a un reportero uruguayo decir que era una vergüenza que FIFA hubiera permitido que se organizara un Mundial bajo esas circunstancias… pero los temores se disiparon con el silbatazo inicial del primer partido.

El grupo A, el de Maradona y el de la decepción

Jorge tenía la fortuna de vivir a tres cuadras del Ciudad Universitaria, así que su papá le compró un juego de cuatro boletos para ver los partidos del grupo A donde estaba Bulgaria, Italia, Corea del Sur y la Argentina de Diego Maradona.

El primer encuentro que vio lo decepcionó: “Los coreanos cocieron a patadas a Diego, no lo dejaron jugar, no pudo hacer una jugada de crack y no fue un partido que me haya maravillado porque en general el nivel futbolístico de ese Mundial no lo recuerdo como algo impactante”, él tiene la teoría que el desgastante horario de las 12 del día mermó en el desempeño de los jugadores… el propioMaradona denunció en su momento el calor y la altura de la ciudad.

‘¡Cómo me voy a salir si es un partido del Mundial!’

Las condiciones climáticas, los estadios a medio construir, las manifestaciones o los atropellos que se deban hacer para organizar una Copa del Mundo, no es un tema por el que FIFA se preocupe.

Lo que ellos buscan es concretar el negocio en tiempo y forma, no importa que un diluvio impida a los aficionados ver el principal atractivo de un Mundial: futbol.

Jorge recuerda que en esa fase de grupos, asistió a CU a ver el partido Corea-Bulgaria… para el olvido, un 1-1 del que no tiene mayor recuerdo, más que el aguacero que cayó.

“No viví una tormenta tal como en ese Corea contra Bulgaria y como era de Mundial, yo decía ‘¡cómo me voy a salir, es un partido del Mundial!’, yo iba solo y me quedé, pero hubo gente que se salió y otra que se fue a los túneles y desde ahí lo vio”, y se hace la misma pregunta una y otra vez: “Todavía no entiendo cómo ese partido no terminó por suspenderse… yo me agripé terriblemente como tres días y fue imposible ver futbol”.

Los contrastes: Ver a Platini, el gol de Negrete y unas lágrimas por futbol

Después de fumarse todas esas desilusiones, la recompensa vino con una dosis de talento de Michel Platini. Su selección se enfrentó a Italia en octavos de final y una vez más Jorge se instaló en las gradas de CU para “verlo detrás de una portería. Ver sus movimientos, los pases que daba entre líneas, fue cautivante”. Ese día quedó “impactado con la diferencia entre ver a un futbolista de elite y ver a uno simplemente bueno”.

Para el juego de México ante Bulgaria, le llegó una invitación al Azteca. Antes de entrar no se hubiera imaginado lo que sucedería esa tarde. Al minuto 36 vivió una de las experiencias más gratificantes como aficionado. “Como dicen los argentinos, el futbol te ayuda a que tu vida sea un poquito mas feliz el resto de tus días”.

Manuel Negrete hizo aquel gol que se convirtió en el más bonito del Mundial y con el que México superó (2-0) por primera y única vez una fase de octavos de final.

“Para mí fue doblemente satisfactorio porque era uno de mis ídolos puma; la media tijera y ver lo que desató, sabía que era algo extraordinario y todavía la piel se me… porque esos momentos futbolísticos son los que te enamoran del juego, aunque te desenamoren 23 horas de partidos horrendos”. Ese día el Azteca estuvo de fiesta y lo puedo notar en el rostro de Jorge cuando me lo cuenta. Lo confirma cuando me dice que “fue el mejor momento para mí de toda la Copa”.

Entonces la percepción de Jorge comenzó a cambiar con el paso de los partidos, y dejó que sus emociones disfrutaran del Mundial. Recuerda que el mismo día se jugó el Alemania-México (4:1 penales) y el Brasil-Francia (3:4 penales) en fase de cuartos de final; “fue uno de los días en que yo lloré por futbol como pocas veces y de los más tristes en mi vida, yo quería ver a México o a Brasil en una semifinal y ambos fueron eliminados… entonces el Mundial perdió mucha gracia”.

Las cábalas de Argentina

Si un sentimiento negativo ataca a Jorge Witker en sus recuerdos del Mundial de México 86, es la decepción de no haber tenido más que 16 años, “me hubiera gustado tener 20 o 24”, porque siendo tan joven, no le sacó el provecho que él hubiera querido.

“Fui un espectador más, habría ido a una concentración a ver a la selección argentina y a pedirle un autógrafo a Maradona“, porque me cuenta con un tono de frustración que el equipo se hospedó enfrente de Perisur, muy cerca de donde él vivía, pero de eso se enteró años después.

Así como también leyó más tarde en un libro de Carlos Salvador Bilardo -el técnico de esa selección-, sobre las cábalas que dominaron al equipo hasta que fue campeón.

“Todos los jugadores previo a un partido tenían que ir a comer al mismo lugar, pedir exactamente lo mismo, e incluso hay un futbolista que contaba que había tenido que comprar el mismo disco de la misma cantante mexicana seis veces y toda esta historia sucedía en lugares que yo conocía”, y me dice con seguridad que no se lo habría perdido si hubieran sido tiempos de internet y redes sociales.

Más allá de los recuerdos…

Jorge mantiene vivos esos recuerdos en su mente,en su colección de boletos de ese Mundial, y en las monedas conmemorativas de plata que le compró su mamá.

Y como periodista deportivo sigue echando mano de esos conocimientos en Telefórmula, Efekto Noticias, La Razón, y en el pasado en Soccermanía, La Crónica de Hoy, MedioTiempo.com, entre otros.

En sus memorias tiene presente el grito de la afición al unísono de ‘Hugo, tarugo’, por el penal que el delantero falló en el México-Paraguay, y el mal rato que algunos de sus conocidos vivieron durante el Argentina-Inglaterra con la presencia de hooligans (chequen la galería).

Pero también guarda la emoción que sintió al escuchar el himno nacional en un Mundial, aunque esa parte de la historia la encontrarán en nuestro Capítulo III.

(Capítulo I ‘El Mundial de Neza: del pasto falso a la visita de Rod Stewart’, dando clic aquí)

(Capítulo III ‘La Copa del 86: El himno que no se pudo tocar’, dando clic aquí)

(Capítulo IV ‘Fernando Quirarte: El Mundial del 86 desde el vestidor del Tri’, dando clic aquí)