Juanito es un ídolo en Santa Martha Acatitla. «Es muy chambeador», dice una vendedora de tamales. «Juega con los niños en la calle», añade una vecina. Su cuadra es el corazón del PT en el oriente: aún luce retacada de banderolas de su candidato. Pero la adoración por Juanito no es nueva.

En 1976, el suelo de la calle César Elpidio Canales era de terracería. Una noche, Rafael se decidió a tocar a las casas de los vecinos y recoger firmas para que la manzana fuera pavimentada. Por semanas hizo gestiones ante la delegación. Todo fue inútil, hasta que organizó a los colonos para bloquear la circulación de la Calzada Zaragoza. La delegación, ahora sí, respondió. «Nada teníamos —dice Gabriel Sánchez, vecino jardinero con quien hablo en una fonda—, y ya ve: fuimos la primer manzana de Santa Martha con pavimento y banquetas».

Aunque hombre de movilizaciones, el caudillo local también sorbió de la ubre burocrática: fue empleado por más de una década de los delegados en Iztapalapa René Arce, Víctor Hugo Círigo y Horacio Martínez. Con holgura económica, pudo plantarse en Reforma en 2006 en apoyo a la “presidencia legítima” de AMLO. O bien, el 15 de marzo de 2007, trepar las vallas frente a Palacio Nacional para mentársela a Felipe Calderón e irrumpir en una entrevista a la TV del secretario de turismo, Rodolfo Elizondo, al grito de «O-bra-dor O-bra-dor».

En otra ocasión, con playera amarilla, fue recibido a golpes por el Estado Mayor Presidencial y lanzado contra el piso del Zócalo, en lo que le causó perder un diente y la «obtención de un tumor en el riñón», me explica él mismo. Pero lo más importante de todo es que fue filmado por Televisa: había salido en la tele.

El histrionismo le ha acomodado. En la marcha Iluminemos México contra la inseguridad, de agosto de 2008, un colérico Juanito deambulaba entre la multitud con una pancarta: «Calderón: pelele espurio». En la marcha gritó tantas consignas y fue tan agresivo al llegar al frente, que el conductor Adal Ramones, cabeza de uno de los grupos, desesperado por la actitud de ese hombre no pudo contenerse, y le lanzó un salivazo. «Era muy participativo, muy valiente, muy aventado —reconoce uno de sus mentores políticos, el diputado Gerardo Fernández Noroña—. No aportaba al movimiento nada en particular, pero era leal. Eso sí, su pata de palo era que le gustaba estar en la foto».

—¿Cómo era Juanito? —pregunto a N, su compañera en la “Resistencia Civil Pacífica” de AMLO. Me pide el anonimato.

—Apasionado e intrépido, no mide. Es capaz de trabajar de madrugada en campañas de otros y hasta de poner de su bolsillo para pancartas. Siempre era la opción de (la actriz y dirigente) Jesusa Rodríguez: «¿A quién le hablo…?». Si había plantones y bloqueos, la solución era Juanito.

Rafael Acosta encaró hace cerca de un año a sus compañeros de la “Resistencia”, y puso en la mesa su estrategia de protesta contra lo que pensaba inaudito: que su partido, con Jesús Ortega como cabeza, traicionara a AMLO al reconocer a Calderón como presidente. «¿Quién se une?», les dijo. Apenas unas manos se levantaron. «Casi nadie quiso acompañarlo —recuerda N—. Hasta para nosotros era muy arriesgado lo que quería hacer». No importó. Juanito se paró afuera de la sede nacional del PRD, en la Escandón, el 23 de diciembre de 2008. Se sacó de los calzones una foto de Jesús Ortega, presidente del PRD, y la juntó con propaganda sacada de la sede. Bañó todo en gasolina y le prendió fuego. En minutos, la figura de Ortega era cenizas. Así, en la soledad de la ardiente noche, Juanito renunció a su partido.

SALIR EN LA FOTO

Carlos Castilla Vidal, ex perredista que se pasó a las filas del PT con el apoyo de López Obrador, invitó a varios compañeros de la “Resistencia” a enlistarse en ese organismo político a comienzos de este año. Uno de los más cercanos era Juanito, que al inicio rechazó la oferta. Pero el renovado PT de Iztapalapa valoraba su capacidad de movilización, su carisma entre vecinos. Decidieron darle una sorpresa…

Una mañana, su compañera N cayó en casa de Juanito. «Me invitó a desayunar y él mismo me sirvió —recuerda—. Él es siempre así».

—Te lanzamos de precandidato (a delegado) —propuso ella.

—Quiero ir para diputado —contestó él.

Haciendo acopio de paciencia, N lo tentó con las posibilidades de acción si era elegido como candidato de una demarcación clave. «Entonces le gustó la idea —añade N—. Aceptó porque le encanta salir en la foto».

ESTABA ENLOQUECIDO

Desde que fue registrado por el PT, era considerado un candidato de relleno. Poco después que el TRIFE eliminó de la contienda a Brugada, Fernández Noroña, mano derecha de AMLO, citó a Juanito para hacerle una exigencia: entregar sus votos a Brugada. «Yo se lo decía: tú no vas a ganar —comenta Fernández—. Le pedí que declinara pero desde entonces estaba enloquecido, traía la necedad de que iba a ganar».

Días después, Fernández, López Obrador, Alberto Sánchez Anaya (presidente del PT nacional) y Arturo López, presidente del PT DF, acordaron insistir. Fernández Noroña habló por teléfono con Juanito varias veces. «Y nunca estuvo de acuerdo», acepta el legislador.

El 16 de junio, el presidente del PT y Fernández le pidieron acudir de urgencia a la delegación, donde minutos antes de empezar el mitin de AMLO, finalmente aceptó. «No tuve opción de reaccionar. Nunca estuve de acuerdo», confiesa Juanito.

En los recorridos después de ese mitin gritaba: ¿Quieren sacar a los traidores de Iztapalapa? ¡Voten por Juanito, un voto para Juanito es un voto para la resistencia! «Se refería —dice Fernández Noroña— a los traidores con los que trabajó mucho tiempo: (el senador) René Arce y (el ex delegado en Iztapalapa) Horacio Martínez».

—¿Y ahora, que le queda a Juanito por delante? —pregunto a Noroña.

—Él, que decía que tenía palabra de Juanito y no de político, quedó como un político en el sentido más peyorativo. Tendrá un alto costo político para él. Político, que quede claro, para que no digan que lo estoy amenazando.