¿En qué consistía?

Aunque digan que el amor surge después, desde niños ya nos latía el corazoncito por alguien de nuestro salón. Era la única razó para levantarse todos los días e ir a la escuela: un sujeto o sujeta, que cabía en los polos de la timidez o del desparpajo total.

¿Cómo lo combatíamos?

De ninguna forma. Nos quedábamos como tarados viéndolo sin hacer nada, hasta que alguien con más pantalones se lo ligaba (sí, todo esto ya ocurría desde la primaria). Se trata, casi siempre, de nuestro primer corazón roto.


¿Cuál es la versión adulta?

Prácticamente igual, con todo y la inacción. Seguro hay alguien que nos gusta en la oficina, pero seguimos siendo muy maletas para hablarle. Claro que ahora te puedes curar esa pena con alcohol.