En España se les dice “perroflautas”, en argentina “zurdos” y en Chile “comunachos”. Chairo esa palabra maldita, es actualmente un término utilizado para mofarse de personas con una identidad política de izquierda, un rebelde caricaturizado, bidimensional, a veces desaseado, que porta playeras del Che Guevara y para relajarse recurre a la mariguana o al peyote. ¿Sus héroes? Andrés Manuel López Obrador y más recientemente, Carmen Aristegui.

Pero, ¿de dónde viene este término tan usado a últimas fechas en el mundo digital? Pocos saben que fue acuñado por un grupo de amigos en la Prepa 6 en los noventa. Ni por asomo imaginaban que una palabra que ellos usaban en la cotidianidad escolar terminaría convirtiéndose en un arma utilizada para reírse e invalidar a aquellos que muestran simpatía por los movimientos sociales.

Samarkanda: ‘la chaira cero’

Corría el año 98 o 99 y Tamara asistía a la Prepa 6, en la Colonia del Carmen, Coyoacán. Aun cuando en el mundo preparatoriano de la UNAM las castas no están tan claras como en las high schools gringas, (los populares, los nerds, los raros, los invisibles), sí existían grupos en los cuales podrías o no encajar según tu comportamiento o tu forma de vestir.

Ella y sus amigos eran parte de los “metaleros” y llevaban una vida adolescente más bien común. Sin embargo, desde su óptica, sí existía un grupo de chavos que despertaba en su interior cierta relación dual de odio y admiración: eran chicos que provenían de un contexto social más privilegiado, egresados de colegios como el Madrid, hijos de intelectuales universitarios. Vivían, por supuesto, al sur de la ciudad, cuando la Roma y la Condesa aún no eran el epicentro del coolness citadino. Cuando la mayoría de los adolescentes apenas soñaban con salir del país o darse algunas modestas vacaciones, ellos ya habían viajado por el mundo: no sólo conocían Europa, también se habían ido a la sierra para alfabetizar. Eran leídos, viajados, estudiados.

Un día, una de estas chicas, pasó a su lado tomando clorofila líquida y vistiendo un atuendo vaporoso, con reminiscencias indígenas. Entonces, “El Chori”, un cuate que era más bien incidental en el transcurrir de sus días, exclamó una frase que lo cambiaría todo: “¡Qué onda con esa chaira!”. Ésa fue la primera vez que se usó la palabra para señalar a una de esas personas que viven en la frontera entre lo contestatario y la pose, en ese limbo de indefinición donde no se es anarco pero tampoco un mirrey.

Los chairos, los chaquetos que todos querían ser

Por supuesto, El Chori pronunció esa palabra de forma peyorativa, sacándosela de la manga y sin saber bien a bien por qué la enunciaba. ¿Aludía a un sentido masturbatorio, refiriéndose a aquellos adolescentes que viven en la continua chaqueta mental, sustraídos de la realidad? Era claro que se estaba mofando de Samarkanda, aunque ella ni se dio por aludida. A decir de Tamara, ella era una chica incluso buena onda. Fue la primera chaira y tal vez jamás lo supo.

A pesar de este primer uso peyorativo de la palabra, Tamara y otros cuates como Mareo Flores —famoso diseñador— la adoptaron con un sentido distinto. Se referían a los chairos como aquellos a quienes de alguna forma (y aunque no lo aceptaran del todo) querían emular. Asistir a las fiestas de los chairos era lo máximo e incluso trataban de encajar en su mundo vistiéndose un poco como ellos, aunque el remedo resultara bastante chafa.

Ellos, los chairos, eran una figura aspiracional que los otros deseaban alcanzar. Eran cool y su voz era escuchada, pero no por ostentar bienes o dinero como los mirreyes, sino porque eran contestatarios y además tenían un “no sé qué” que los ponía en un sitio idílico y digno de admiración.

Del chairo cool al chairo caricaturizado

Ya en la Universidad, en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (no podía ser de otra manera, goeis), Tamara creó para una de sus clases el video que detonaría la popularización este término: Los Chairos. Este documental de tono satírico, compilaba una serie de entrevistas a chairos de la Ciudad de México, donde además también entrevistaba al Doctor en Ciencia Política Jorge Lumbreras. En este video, que muchos consideran una burla, en realidad hay un tono de comprensión y hasta de apología al “movimiento chairo”, si tal cosa existe. Incluso el Doctor Lumbreras remata su participación en dicho documental con la frase “si eres joven, vuélvete chairo”.

En aquellos tiempos Tamara comenzó a hacerse popular fuera de la Facultad y a convertirse en una bloguera con cierto reconocimiento, mismo que la ha llevado a trabajar en publicaciones como El Universal e incluso Canal 11. Con la popularidad de Tamara llegaron también los views al video y la difusión del término chairo, que comenzó a deformarse para dejar de ser algo cool y divertido, a una palabra para señalar y burlarse de aquellos que se manifestaban en contra del sistema.

Chaira, pejezombie y orgullosa

92029¡Muy mal PRD! ¿Qué dijimos de portarnos como el PRI?

¡Muy mal PRD! ¿Qué dijimos de portarnos como el PRI? (Pável M. Gaona)

Ella, chaira asumida y orgullosa, conspiranoica por definición, cree que hay intenciones oscuras detrás de la deformación del términio. Para Plaqueta, como también se le conoce, no fue algo natural que de la noche a la mañana el término chairo adquiriera una carga tan peyorativa. Basta con que alguien comente algo en contra del sistema en algún sitio de noticias, para que alguien salte y le diga “tú cállate chairo” o que escriba “chairo detected”. En este momento, comienza la guerra de descalificaciones donde el chairo suele terminar muy mal parado, como objeto de burla.

Tamara está consciente de que muchos de los chairos como ella tienen su buena dosis de incongruencia. Critican al sistema pero tienen smartphones; usan Instagram y gozan de una cierta estabilidad económica que les permite mantener un estilo de vida hasta cierto punto desahogado. “¿Qué, necesitas vivir en la calle para que tus opiniones en contra del sistema sean legítimas?” se pregunta. Para ella tener una vida digna no está peleado con el derecho a quejarse.

¿Qué hacer ante el bullying hacia los chairos?

Para ella, la alternativa estaría en la apropiación del término: decir sin empacho alguno “sí, soy chairo, ¿y qué?”, como ya ha pasado con términos como “chilango” entre los capitalinos. Encuentra en el humor la forma de convertir un término ofensivo en una bala de salva, quitándole su poder de lastimar. “¿Por qué no llamarnos a nosotros mismos pejezombies? Si te ardes cuando alguien te insulta con una palabra como chairo en redes sociales y le dices que no te digan así, es como volver a la primaria. Cuando uno se burla de sí mismo lleva la mitad de la discusión ganada”.

Como chaira que se respeta, dejó de votar por el PRD porque, según ella, dejó de representar a la izquierda. Eso sí: tampoco es de las radicales que manda al diablo las instituciones: vota por la “menos peor” de las alternativas políticas.

¿Y tú ya te asumiste como un orgulloso chairo al igual que Tamara, o harás rabietas cuando alguien te señale como tal? Ella ya dio el primer paso: puso en su bio de Twitter “Soy chaira, ¿y qué? #Chairopower”. ¿Y tú para cuándo?

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