Probablemente hayas llegado aquí pensando que encontrarías una retahíla de descalificaciones y ataques hacia las mujeres que enarbolan el movimiento feminista, como que usan expresiones como “falocentrismo”, “opresión”, “patriarcado” y “machete al machote”. Jejeje, qué chistoso, goei.

En realidad, sentimos decepcionarte: este ‘Manual para identificar a una feminazi’ no te servirá de mucho por una razón muy simple: las feminazis NO EXISTEN.

“¿Pero cómo de que no? Yo he visto a muchas mujeres que se sienten superiores a los hombres y que nos odian nada más por tener pene”. Mejor vamos por partes, para entender mejor el asunto.

¿De dónde viene el término feminazi?

A pesar de que el uso y abuso de esta palabra se ha extendido a últimas fechas, el término no es nada nuevo: comenzó a popularizarse en la década de los noventa gracias a Rush Limbaugh, un locutor de radio asociado a las alas más conservadoras de la política estadounidense y ligado fuertemente al Partido Republicano. El 2 de julio de 1992, día en que en su libro ‘The way Things Ought To be’ fue publicado, aparece este término por primera vez.

Aquí el fragmento del libro en cuestión:

“Yo opto por llamar a las feministas más desagradables como lo que son realmente: feminazis. Tom Hazlett, un buen amigo que es un prestigioso profesor de Economía en la Universidad de California en Davis, creó esta palabra para describir a cualquier mujer que es intolerante a cualquier punto de vista que desafíe al feminismo militante. Con frecuencia lo uso para describir a esas mujeres que tienen una obsesión con esa versión moderna del holocausto: el aborto”.

Ahí tienen: el término feminazi nació como una reacción de la derecha radical para coartar los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres. Para hombres como Hazlett o Limbaugh, la interrupción del embarazo —hoy un derecho en muchos lugares, incluida la Ciudad de México— era el equivalente a asesinar a judíos y convertirlos en jabón. No pos guau.

“Pero es que hay unas locas que me odian por tener pene…”

Un argumento que muchos hombres usan para etiquetar a las mujeres feministas como feminazis, es que creen que ellas odian a los hombres por el simple hecho de tener pene.

Algunos toman como ejemplo textos extremistas como el Manifiesto SCUM (scum es una palabra en inglés que puede traducirse como “mugre”, “escoria” o “capa de suciedad”) que proponen que el hombre se encuentra en un peldaño inferior a las mujeres y deben ser exterminados porque representan los vicios más bajos de la sociedad. Que son cochinada, pues.

El Manifiesto SCUM fue escrito por Valerie Solanas, una mujer que se autodenominaba lesbiana “porque odiaba a los hombres”. Sin embargo, es importante señalar que Valerie fue una mujer muy lastimada, abusada desde niña en múltiples ocasiones por su padre y diagnosticada como enferma mental y que tuvo que dedicarse a la prostitución para sobrevivir. En este manifiesto ella expresaba su ira y su impotencia contra el género masculino, era un grito desesperado por atribuirle a todos aquellos que tuviesen un falo entre las piernas la causa de sus males.

Años más tarde, la misma Valerie declaró en una entrevista que su manifiesto, tan popular y difundido, sólo era un compendio literario y no algo que debiese tomarse como un manual del feminismo radical. Sin embargo, el daño ya estaba hecho: muchos hombres —y mujeres— tomaron como excusa el texto para declarar: “¿ven cómo estas mujeres sí están locas?” ,“¡El feminismo es un peligro, nos odian, nos quieren matar!”. Pero actualmente, salvo poquísimas excepciones, que sí las hay y hay que decirlo —hembristas, androfóbicas o misándricas, pero no feminazis—, las feministas no odian a los hombres. Muchas de ellas reconocen que los hombres también son víctimas del machismo y ven en ellos potenciales aliados.

“El feminismo es machismo, pero al revés: yo mejor soy igualista”

Seguro habrás leído opiniones tan descabelladas como “ni feminista ni machista, yo soy igualista”. Este es uno de los ‘argumentos’ más leídos actualmente en redes sociales, que consideran que el feminismo es lo mismo que el machismo, pero al revés. Este es un error muy común: el feminismo no propone la superioridad de la mujer sobre el hombre, sino busca la igualdad. Para rápido —y a riesgo de caer en reduccionismos—, si tú eres una de esas personas que buscan equidad de género y paridad de derechos, te tenemos noticias: no eres igualista, eres feminista.

¿Que las mujeres tienen ‘privilegios’ como vagones exclusivos o ‘cuotas de género’ en el ámbito laboral? Estas son medidas que se busca sean temporales para compensar la desigualdad, mientras un cambio de fondo ocurre. Sólo basta ver el número de acosos y violaciones o las diferencias salariales para entender que estas medidas tienen sentido mientras que los resultados de medidas más profundas —como la educación— tienen efecto.

Si esta nota te molestó, entonces es hora de hacer un análisis interno y pensar si realmente no eres machista de clóset. Y sí: puedes ser una mujer machista. Si tu argumento es que “todas son feministas hasta que les toca pagar la cuenta o cargar el garrafón” el primer paso es admitir que sufres de machismo agudo. Pero también hay buenas noticias, porque nunca es tarde para cambiar. Quien escribe esta nota, su servidor, se asume como un machista en proceso de rehabilitación. Y no, no me han lavado el cerebro ni me he unido a una oscura secta. ¡Sí se puede gente!

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