La cita era a las 8 de la noche, o al menos eso decía el boleto impreso. Una hora más tarde, parecía que el show daría comienzo. ERROR. Era el telonero del espectáculo, el DJ Lunice, quien lejos de calentar los ánimos sólo exacerbaba la impaciencia de los asistentes al concierto de Madonna. Recibido fríamente y con un set que se antojó eterno, Lunice logró arrebatar aplausos únicamente cuando dio las gracias, tapó su consola y salió del escenario. Faltaban 10 minutos para las 10 de la noche y Madonna aún no aparecía.

Pasó todavía media hora más para que Madonna Louise Veronica Ciccone, diera por terminada la espera larga como su nombre y al fin arribara al escenario. Tarderos como somos mexicanos, la entendimos y la perdonamos apenas sonaron los primeros acordes de ‘Iconic’, cuando ella, vestida a la usanza oriental, salió escoltada por una cofradía samurái. El público estaba extasiado y no sólo perdonó el retraso, también el evidente playback que la cantante utilizó en su canción ‘Bitch I’m Madonna’. Pero vaya, ver a Madonna no es ir a apreciar una voz privilegiada, sino un show inolvidable y ahí sí, desde el inicio dio cátedra de cómo debe montarse un espectáculo.

Si bien ‘Burning up’ no tuvo ningún momento espectacular, fue con ‘Holy Water’, ‘Vogue’ y ‘Devil pray’ que terminó de echarse el público a la bolsa recurriendo a la controversia eclesiástica, ya fuera presentando monjas strippers o sentándose en las piernas de un sacerdote, para finalizar con una representación de ‘La última cena’.

Vino un primer interludio de danza y después de presentar a su cuerpo de bailarines con ‘Bodyshop’, pronunció sus primeras palabras en español elogiando a Frida Kahlo antes de entonar una versión acústica de su hit ‘True Blue’. Para ‘Deeper and Deeper’ una escalera de caracol descendió de las alturas del Domo de Cobre, para luego cantar una de sus canciones más emblemáticas: ‘Like a Virgin’.

¡No se cayó!

Después de otro interludio con elementos de ‘S.E.X.’ y ‘Justify my love’ en el que los bailarines hicieron evoluciones sobre unas camas que emergieron del escenario, vino la tercera parte del show: el del toque latino. Para ello Madonna salió ataviada con un traje de luces y una larga capa rosa. Por momentos experimentamos la duda malsana de si se caería al momento de desprendérsela —como le pasó en los Brit Awards— pero no fue así. De hecho, todavía ni se la jalaban y ella ya se la había desabrochado, comprobando que aprendió la lección y que mujer precavida vale por dos.

Fue con su interpretación de ‘La Isla Bonita’ que la gente se le entregó por completo, no sólo por escuchar su atropellado español, sino porque en los backdrops de las pantallas habían imágenes alusivas a bordados mexicanos y calaveritas de azúcar. “Esta es mi parte favorita del show, porque tiene mucha influencia de la cultura mexicana”. Luego le dedicó la canción ‘Who’s That Girl’ a su amada Frida Kahlo y fue así como tuvo al público comiendo de su mano el resto de la noche, quien ya ni se acordaba del retraso o de que Madonna cada vez baila menos en comparación de tours anteriores.

Luego de terminar la interpretación de ‘Ghost Town’, el gentío enardecido no paraba de gritar su nombre, lo que la conmovió hasta las lágrimas. Los llamó sus “corazones rebeldes” y ellos se dejaron seducir por el carisma de la legendaria cantante. Incluso le perdonaron otra grave falta, y es que no entonó ‘Like a Prayer’, canción que sí estuvo incluida en muchas de las otras presentaciones de esta gira.

Ya hacia el final…

Después de ‘Rebel Heart’ vendría un penúltimo interludio, que culminó cuando Madonna regresó al escenario enfundada en un vestido largo de inspiración de los años veinte, lleno de abalorios. Interpretó ‘Music’ mashupeada con ‘Candy Shop’, aderezada con toques de ‘Give it to me’. Un plato fuerte estaba todavía reservado, pues interpretó ‘Material Girl’, demostrando que Madonna siempre guarda cartas fuertes bajo la manga. Después de ello se mostró sumamente juguetona con el público y bromeó durante largo rato. Incluso un chico de nombre René fue víctima de sus chistes. Inteligente forma de terminar de compenetrar con el público mexicano.

Interpretó todavía ‘La Vie En Rose’ y ‘Unapologetic Bitch’, canción con la que invitó a una chica del público que se encontraba vestida de Frida a subir al escenario, reiterando su admiración por la pintora —de quien posee obras originales que incluso ha prestado para exposiciones internacionales—. Se despidió con un “Bye bitches” en las pantallas, pero todos sabíamos que volvería por más y así lo hizo: con una festiva interpretación de ‘Holiday’, volvió al escenario y cerró con broche de oro su primera de las dos presentaciones que tendrá en tierras chilangas.

Podrá haber tenido un telonero que no prendió, se podrá haber presentado después de dos horas de lo que estaba anunciada la cita y bailará cada vez menos, pero es indiscutible que Madonna sabe producir shows y leyenda viva e incomparable que es indispensable ver en vivo al menos una vez en la vida. Y los que la hemos visto más de una vez, agradecemos que siga tan briosa, disciplinada e inteligente, atributos que la convirtieron de una joven de talentos más bien modestos, en la Emperatriz indiscutible del pop. Le pese a quien le pese.

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