El Sistema de Transporte Colectivo es escenario de miles y miles de historias de la ciudad. Gracias a este enorme artefacto naranja, los chilangos navegamos por la capital de arriba abajo a una velocidad que nunca se alcanzaría en auto, con todo y sus fallas.

El metro es toda una Institución llena de Godínez, vendedores, sudores, olores extraños y arrimones incómodos. Es parte fundamental de la cultura capitalina y merece respeto. Así que, tome nota y ayude a que el viaje sea más placentero para todos.

1. Antes de subir, deje salir o un empujón podrá recibir

Hay un letrero justo a la puerta de los vagones del metro que pide consideración al abordar el vehículo. Se invita amablemente al usuario a permitir el descenso antes del ascenso,o en otras palabras que se arrime a un lado para que los de adentro puedan bajar y usted, con el camino libre, pueda abordar.

Sin embargo, la gran mayoría de los usuarios sufre de miopía circunstancial y como que no leen la advertencia. De hecho cada vez que la puerta se abre, los pasajeros que entran y salen comienzan una lucha de resistencia comparable con Sparta.

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Sparta

2. El usuario no es un tubo

En las horas pico el metro es más parecido a un horno humano que a un medio de transporte. Ahí es cuando uno demuestra el amor por la patria ye stá dispuesto a sudar cachete-a-cachete con el prójimo. Ahí no existen barreras, ni espacio vital. Esas son cosas de niños. Todos se apretujan creando una masa inmóvil.

El problema es cuando el metro frena abruptamente y como todos hacían equilibrio confiando en el físico del vecino inmediato, las caídas se vuelven algo normal.

3. No es el Papalote Museo del Niño

A pesar de que este recinto es un pilar dentro de la cultura mexicana, no tiene parecido con el Museo del Niño. Aquí no se toca, se juega y se aprende. Es decir, el cuerpecito de la persona de junto no es una extensión del tuyo. Así que no se hagan los mano largas y respeten, chavos. De cuates.

4. Los asientos no están reservados para el gandalla

A pesar de que los dibujos que se erigen arriba del asiento muestran a una figura con estómago prominente, no se refiere a una persona con panza chelera, sino mujeres embarazadas, adultos mayores, etc. Quizá esta confusión nunca ha sido aclarada y por eso cuando hay asientos libres, las personas prácticamente empujan lo que está frente a ellos para poder reposar su anatomía, sin preocuparse por los demás.

5. Usar desodorante es una obligación

El metro despide una serie de aromas extraños que desafían el olfato del más exigente. Quien tiene la virtud de distinguir olores, debe vivir una pesadilla constante cada vez que aborda el metro.

Sudor, lágrimas y gases son las esencias olfativas más comúnes en este medio de transporte, por lo que proponemos el uso obligatorio del desodorante, de esta forma, nadie sufre. Y podremos viajar apretujados, pero contentos. Sin esa terrible sensación de clautrofobia con olores desagradables.

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Panda

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