Sabemos, porque a muchos nos pasó, que pedías para el 6 de enero un Nintendo o Play Station, el carro de la Barbie o tu colección de Polly Pockets, pero debido a tu mal comportamiento y pésimas calificaciones (yo creo era por eso), los Santos Reyes te hacían escarmentar con todo el rigor de las leyes mágicas y te obsequiaban cualquier baratija que no habías solicitado.

Por ello, te ofrecemos a continuación una lista de los juguetes más odiados, aquellos que te hicieron levantar, por vez primera, el puño con ira en dirección al cielo:

1. El Turista Mundial

Tu conducta debió haber sido la peor entre las peores, para que los Reyes te trajeran esta joya del aburrimiento infantil. Mientras tus primos conducían flamantes bicicletas y tus cuates de la cuadra patinaban o derrapaban en sus avalanchas, tú tenías que jugar con tus hermanos a hipotecar propiedades y pagar rentas costosas (o sea, ¿a quién se le ocurre que eso es divertido!).

2. La matatena o los palitos chinos

Nunca faltaba el rey mago con mentalidad de abuelo que pensaba “todo tiempo de antes fue mejor”, y que te regalaba los juguetes de la época de don Porfirio: unos palitos chinos o una matatena. Cuando eso sucedía, ya nomás te quedabas con la cara larga, pensando “¿y esto, a quién se lo tengo que aventar?”

3. La Garra del Augurio

Comprada en el mercado (pirata, por supuesto), de color entre anaranjado y caquita de niño desnutrido (tirándole a mostaza), el principal accesorio del líder de los Thundercats tenía un poder especial: te cortaba la mano con las rebabas del plástico, así que más que un juguete amado, era un artefacto de tortura.

4. La pobre muñeca fea

No hacía nada, no lloraba como bebé de verdad, no tenía ropa especial intercambiable, no hacía popo solita… ¡Nada! Ninguna gracia tenía este juguete con ropas de encaje muy bien detalladas y vestiditos monísimos. Sin embargo, lo peor era su cara mega diabólica que por las noches te sacaba dos tres sustos.

5. La pelota anaranjada con rayas negras

Había de varias medidas: unas pequeñas como para jugar coladeritas y otras de mayor tamaño para las cáscaras mundiales. No obstante, grandes y chiquitas se despanzurraban con un patín meco (de los que sacaba Roberto Carlos de su botín derecho) y nunca más volvían a rodar. ¡Vaya fraude!

6. Los patines de fierro

Todo tenían: pesaban como kilo y medio cada uno, parecían aparatos ortopédicos que te hacían lucir chistoso y hacían más ruido de lo que avanzaban. Para acabarla de amolar, si no apretabas bien las tuercas de mariposa que ajustaban el tamaño, se desbarataban en pleno patinaje artístico (ni qué esperanzas de echarte unas carreritas o unas coleadas).

7. La cocinita integral de lámina

Pintada de algún color folclórico (amarillo huevo, verde perico o rosa mexicano), con su material punzo-cortante hería los dedos de las niñas que, jugando a la comidita, intentaban sacar de su interior algún traste de plástico o, en el peor de los casos, también de lámina (¡doble cortada!).

8. El Mecano

Había un abismo grande entre los coches de carreras y ese montón de piezas para armar que, a menos de que tuvieras alma de ingeniero (mejor dicho, de pasante de ingeniero), nomás no servían para pasar el rato o, mucho menos, para divertirse.

9. El robot sofisticado

Lo mejor de lo mejor respecto a los avances tecnológicos de la ciencia cibernética: se movía a control remoto, prendía luces por todas partes, hablaba, caminaba o corría, disparaba cohetes por los ojos, brincaba, se encogía, volaba y emanaba un rayo láser de su trasero biónico. Lo peor de lo peor: era tan caro, complejo y delicado, que nunca te dejaban jugar con él.

10. Juguetes didácticos

No sé quién tuvo la brillantísima idea (seguramente algún profesor constructivista célibe o alguna pedagoga mal acariciada) de que los juguetes son una herramienta de enseñanza-aprendizaje. ¿Qué? De tal modo, no podían faltar las esferas bicolor con figuras geométricas para insertar en ella, o los rompecabezas tamaño anuncio espectacular, o toda suerte de chucherías para perder el tiempo (¡qué hueva!).

En fin, quizá alguna vez sí te portaste bien y los Reyes te dejaron algo chido (aunque no hayan venido incluidas las pilas triple A del regalito y te las hayan comprado un mes después), pero seguramente nunca te faltó una sorpresita de éstas.

Si es así, desahógate y dinos ¿qué juguete odiaste más?

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