Desde que el ser humano es chilpayate, su corazón palpita sin refreno en presencia de alguien atractivo. Respecto a esto, don Sigmund Freud asevera que el hombre, de chiquito, da muestras de sentir atracción por su mamá; las mujercitas, por su parte, experimentan el goce pasional a causa de la figura paterna. Sin embargo, ambos idilios (hijo-madre, padre-hija) nomás no se pueden realizar.

Tomando en cuenta lo anterior, acaso por culpa del antecedente edípico, muchos adquieren el hábito de coleccionar romances imposibles, así como de idealizar a personas que nunca los pelarán ni siquiera en épocas de urgencia (¿o sí?). Como sea, no se trata de juzgar a nadie, y como todos tenemos nuestro corazoncito, aquí te va la verdadera y más precisa lista de amores platónicos, tan comunes como impropios.

1. Tu maestra

Después de la tierna infancia, y quizá como un vestigio del apego hacia la madre, algunos jovenazos suelen profesar amor y deseo por su maestra; puede ser la de anatomía, quien enseña las partes del cuerpo, o bien, la de geografía, especialista en repasar las principales colinas, selvas y mesetas del orbe. De la profesora de lengua, ni se diga.

2. Tu mejor amigo

En ocasiones, por obra de la impertinente flecha de Cupido, te descubres cacheteando la banqueta por tu más grande cuate, y de buenas a primeras, te conviertes en ese bondadoso ser que siempre está a las vivas por si algo se le ofrece, en espera atenta de que descubra tus verdaderas intenciones de mujer. ¡Pero nel! Transcurren los años, y te quedas así, esperando lo que nunca ha de llegar (tú, la misma de ayeeer, la incondicional, la que no peeesca nada…).

3. Tu prima

Si tu amor más grande es prima tuya, estás en apuros. ¡Imagínate lo que dirán los demás parientes!, ¡lo que pensarán tus tíos!, ¡la reacción de tu abuelita! Ahora que si eres fiel creyente del adagio popular “a la prima… se le arrima”, sólo asegúrate de que la arrimada valga el quemón. Total, lo peor que puede ocurrir es que te rechace por los lazos consanguíneos o porque, ya de plano, estás bien federal y no le gustas ni tantito.

4. La novia de tu mejor amigo

La manera en que habla, la manera en que camina… Todo aspecto de ella es motivo para despertar en ti el más grande frenesí. ¿Crees que eres de lo peor? ¡Pues claro! Pero no te sientas mal, ¿a quién no le ha ocurrido esto? Diez de cada nueve caballeros dicen haber tenido esta experiencia, en la que sobrevienen las ganas locas de pecar con la novia del mejor de tus amigos (al fin que él ni la quiere).

5. Tu jefe

Ya por su figura viril y seductora, ya porque anhelas trepar las grandes cimas del ambiente laboral, el caso es que te agarra bien duro la fiebre sicalíptica, sí, te llega una inmensa pasión a flor de piel cuando miras caminar por los pasillos al mandamás de la oficina. Lo gacho para ti: el muy responsable está matrimoniado con la chamba y ni un lazo te avienta (si acaso, una correa).

6. Tu vecina la casada

No existe nada tan incorrecto como adorar en secreto a tu vecina recién casada, sobre todo si su marido tiene algún oficio peligroso: diputado, judicial o delincuente. Ahí sí, para que veas, no queda más que encogerse de hombros, agacharse y quejarse amargamente a voz en cuello: “lástima que seas ajena y no pueda darte… lo mejor que tengo” (¡ay!).

7. El hermano de tu novio

Por sus enormes semejanzas con él, pero también por sus adorables diferencias, hay quien afirma sentir un no sé qué (que qué sé yo) por el hermano de su peor es nada. ¿Y qué puede ser más inadecuado que una relación prohibida por la fraternidad de dos carnales? A menos que sean gemelos, no hay pretexto ni manera alguna para saciar ese perverso antojo.

8. Tu comadre o tu compadre

¡No por favor! Tal vez de tanto evocar aquel instante en que nació su compadrazgo (cuando te bautizaron a tu chiquito), surge esa comezón por coger un grado más elevado de confianza. De tal modo, la comadre o el compadre aspiran a estrechar aun más los lazos que los unen. ¿Se podrá? Uno como sea, pero los ahijados…

9. El cura de la iglesia

No cabe la menor vacilación: de que hay fuerzas lúbricas que tientan a las almas recatadas y sumisas, ¡las hay! Seguramente, no falta quien haya pensado en la posibilidad de darse al padrecito de la iglesia, o ya aunque sea, a algún seminarista inquieto dispuesto a abandonar los hábitos (Vade retro, Satana!).

10. La Lolita de tu cuadra

Sí, hablemos de esa vecinita angelical (callada, tímida, inocente tiene la mirada), a quien deseas con todas tus fuerzas de jarioso treintañero. Sabes que ese idilio es imposible no sólo porque las leyes lo prohíben (a sus diecisiete primaveras, se considera perversión de menores), sino porque cuando te ve, te saluda de usted y te dice “don” (¡Chiaaa!)

Sin duda, cada quien tendrá su propia lista de amoríos platónicos, acumulados a lo largo de su vida y a lo ancho (muy ancho) de sus sentimientos. Por lo pronto, aquí se acaba ésta, no sin antes excitarte a que nos cuentes:

¿Cuál ha sido el más inapropiado de tus amores imposibles?