Las manos de Fernando se restrieganinsistentemente contra la panza, como si con cada pasada quisiera borrar unpedazo. Sentado en la mesa de un café de la Condesa, pide un mokachino grande yuna dona. Su nerviosismo no es sólo por hablar frente a una grabadora. «Ya voypara seis meses sin trabajo. Hace dos semanas tuve una cita en una agencia depublicidad. Me la consiguió un amigo. En la entrevista todo salió bien:buscaban un diseñador con experiencia; les dije que yo llevo 10 años en lapublicidad. Creo que les gustó; salí convencido de que por fin tendría trabajo.Pasaron los días y nunca me hablaron. A la semana le hablé a

mi amigo para preguntarle si no sabíanada y lo noté raro. Me dijo que iba a preguntar. Pasaron dos días más hastaque me lo encontré en una fiesta. Ya medio pasado de copas, me dijo que leshabía encantado para el puesto pero que habían contratado a alguien más, queporque no les gustó mi imagen. Le pregunté directamente si no les gusté porquesoy gordo. Me dijo que sí.»

A sus 32 años, ha tenido un solotrabajo en su vida: diseñador web para la empresa de un amigo, donde de cariñole decían «Choche», como al baterista obeso del grupo Bronco. Ni después niantes de eso ha tenido nada. Hasta cierto punto, es la historia de su vida: en la escuela era conocido como el campeónsupremo de consumo de tacos al pastor: 35 en su mejor tarde, «de tortillanormal, no vayas a creer que chiquita», asegura. Hoy pesa 135 kilos. Nuncafue popular con las mujeres, y su personaje dentro de cualquier grupo siemprefue el del gordo. Las novias de sus amigos lo odiaban: por el rechazo quesufrió durante toda su adolescencia, se volvió hostil para quien no lo conocíabien. Aunque no es comedor compulsivo anónimo, pareciera que el paso 8 de esaagrupación fue escrito para él: «Hicimos una lista de todas aquellas personas alas que ofendimos y estamos dispuestos a reparar el daño que les causamos».

Fernando habla, cada vez con menorintensidad, tallando las manos contra su barriga. Le es prácticamente imposibleconducir un auto apropiadamente, viajar en transporte público, ni pensarlo.Apenas cabe por los torniquetes del metro, e ir sentado no es opción. En lossesenta, cuando se construyeron los vagones del metro, México aún era consideradoun país de desnutridos. Pesar poco menos de 100 kilos era considerado un excesoy no se pensaba que alguien pudiera sobrepasar los 120 ni que pudiera medir más de 80centímetros de ancho. Hoy las cosas son distintas, pero las medidas estándar siguensiendo las mismas. «La gente que padece obesidad suele sentirse prácticamenteminusválida, además de que son víctimas de rechazo y burlas. Las cosas máscotidianas las viven de otro modo: sólo escoger la prenda que usarán ese día esmotivo de tristeza. Muchos de ellos desarrollan una mentalidad débil, pocaambición, conformismo y esto, socialmente, no conviene. La percepción es que elgordo es débil; una sociedad de gordos es una sociedad débil, con pocacapacidad de hacer las cosas». Eso dice la Dra. Carolina Escobar, profesora dela Facultad de Psicología de la UNAM.

"En hospitales del DF, 3 de cada 4 camas están ocupadas por personas con enfermedades relacionadas con la obesidad."

Fernando cuenta que su hermana tambiénpadece sobrepeso: pesa 90 kilos. «La semana pasada descubrió que su novio lepone el cuerno. Si de por sí antes comía, ahora come todo el día sin parar, yeso que odia ser gorda. Pero la entiendo: así no la quiero ni yo… ¿Cómo la vaa querer alguien si es bien pinche gorda?», razona Fernando y sonríe detrás deuna masa de cachete que le opaca los dientes perfectos.

Mary Ann Mosti, psicóloga clínica delCentro de Nutrición, Obesidad y Alteraciones Metabólicas del ABC complementa:«No hay un estándar: a veces los sentimientos de baja autoestima, depresión, ocualquier otro problema emocional vienen después de la obesidad; a veces, acausa de los problemas emocionales, la gente se deja engordar. Lo grave de laobesidad es que además de que los pacientes se vuelven

susceptibles de padecer diabetes,hipertensión, problemas cardiológicos, su calidad de vida disminuye muchísimo.Se vuelven personas completamente distintas».

Las formas sociales no contribuyen aque el escenario mejore. A diferencia de la anorexia o la bulimia, la obesidadno se recrimina de frente. Es fácil que alguien te diga «te veo muy flaco,deberías comer mejor», pero si tienes sobrepeso lo común es que la gente hablea tus espaldas. Las abuelas de todo el país siguen sirviendo porciones dobles alos nietos, aunque ya no tengan hambre. Comer está bien visto. «No te levantasde la mesa hasta que no te acabes todo el plato.»

No hay evento social que esté completosin festín. ¿Un cumpleaños? Pastel y gelatina. ¿Fiesta de pueblo? Pozole, mole,barbacoa. ¿Reunión de amigos? Papas, chicharrones, carnes frías.

Fernando se limpia restos de dona conuna servilleta que en sus manos redondas parece de juguete: «Cuando como, mesiento satisfecho, completo, feliz. Como si la comida fuera lo único que mequiere en el mundo».

"En hospitales del DF, 3 de cada 4camas están ocupadas por personas con enfermedades relacionadas con laobesidad."