En las noches navideñas lo que abunda no es la paz ni el amor, sino algo un poco más fácil de conseguir: la comida.

En muchas reuniones familiares, preparar una gran cantidad de platillos y llenar la mesa de alimentos es más importante que sentarse a analizar si alguien se los comerá, por lo que siempre hay comida que sobra y suele acabar en el bote de la basura… así de cruel.

Demos un recorrido por algunos de los alimentos que siempre están presentes en la temporada navideña, pero únicamente en las mesas, ya que pocas veces llegan al paladar de los que ya se fijaron como propósito de Año Nuevo hacer ejercicio para bajar de peso.

La fruta de la piñata

Las familias muy tradicionales que todavía hacen posadas suelen llenar sus piñatas con los elementos tradicionales, como naranjas, cañas, tejocotes y jícamas; pero la realidad es que esos alimentos, ni hoy ni nunca, se los ha comido nadie.

Los tejocotes solos tienen un sabor horrible, por eso se suelen comer en el ponche o en dulce; por su parte, las cañas que venden para las piñatas son muy secas y suelen estar extremadamente sucias.

Otro alimento muy sucio son las jícamas, la cual nadie lava antes de depositarla en la piñata que, si es de barro, tampoco suele ser aseada en su interior antes de llenarla. Y de las naranjas, pues no hay mucho que decir, ya que suelen romperse al estrellarse contra el piso.

Las tortitas de camarón de los romeritos

Los romeritos con mole son una de las mayores delicias de la Navidad; es una muestra de que sí se puede rellenar una telera con un vegetal.

Pero uno de los complementos de este tradicional platillo, las “tortitas de camarón”, son desagradables para muchos paladares, ya que son grasosas, saladas y, a veces, con un fuerte sabor a huevo. Eso sí, cuando deciden no prepararlas, suele salir el yerno que dice “le faltaron las tortitas, suegra”.

La ensalada

En muchas casas suelen poner un gran plato de ensalada en la mesa con la buena intención de que haya alguna opción sana, ¿pero quién se la va a servir si no le “marida” ni a los romeritos, ni al bacalao, ni al pavo relleno, ni a la pierna?

Admítelo, lo que rifa en la época navideña es lo engordador, así que más vale ahorrarse el dinero y tiempo de preparación de la ensalada de lechugas y mejor preparar una de esas ensaladas de manzana o piña con mayonesa o crema cubierta de nuez que garantiza calorías y grasa para que el cuerpo no pase frío durante el invierno.

La comida de los arcones

Una vez que le quitas las botellas a esa gran canasta que te ganaste en la rifa de la oficina, no sabes qué hacer con esa gran cantidad de latas de jamón endiablado, de Spam (el que se come, no el que llega a tu mail) o de elotitos tiernos.

Es muy probable que les encuentres en la alacena un lugar tan bueno que simplemente no las vuelvas a ver en años, hasta que se te ocurra limpiarla o mudarte de casa. Será entonces cuando las tires porque descubrirás que su fecha de caducidad llegó antes que tú.

O, en el mejor de los casos, se la terminarás regalando a otra persona… que, a su vez, le encontrará un lugar tan bueno en la alacena que simplemente no la volverá a ver en años… y se repetirá la historia.

En el caso de los dátiles y frutas deshidratadas con las que perversamente “adornan” estos arcones, sucederá algo similar: les encontrarás un lugar en la cocina tan bueno que no las tirarás a la basura hasta que te espanten las abejas entrando por la ventana.

El Fruitcake

Decía Germán Dehesa que sólo había uno en el mundo, el cual se rolaba por todas las personas que lo regalaban como “roperazo” cuando no habían comprado nada para asistir a una cena navideña.

Este postre, que en su preparación más tradicional encanta a los estadounidenses, tiene un sabor que puede resultar ajeno al paladar del mexicano, y aunque a pocos les gusta, suele ser un regalo muy socorrido.

Colaciones

Sí, nos referimos a esos dulces que se regalaban en las posadas dentro de una pequeña canasta de colores; sí, esos que eran unas pequeñas bolitas con una especie de textura “aborregada” que eran muy duros, pintados de blanco, rosa o azul y que a veces estaban rellenos de cacahuate o de una pequeña cáscara de naranja.

Es muy probable que mucha gente los haya visto, ¿pero alguien los ha probado? Y si los probó, ¿lo volvería a hacer? Ciertamente, los siguen vendiendo, ¿pero alguien los compra? Son preguntas serias.

Se suponía que esos dulces son como para darle una especie de alegría a los niños que asisten a las posadas, pero eran tan buenos que hoy ya han sido sustituidos por bubulubus, pelón pelorricos y duvalines.

¿Y qué otra cosa no te comes en Navidad?

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