Un kindle no sirve en ese contexto. Se lee aún menos en una ciudad interesante, o en un viaje de negocios. En materia de lectura, la ligereza es recomendable, pero no indispensable. Y un así, un libro de bolsillo cabe perfectamente en el parche trasero de unos pantalones vaqueros. Un ipad necesita su estuche, y un portafolios para guardarlo.

2. Para hacer un trabajo de investigación, y si se vive en un país de pocas bibliotecas, el kindle es indispensable: se baja el capítulo con los últimos datos, se subraya, se obtiene nueva bibliografía. ¿Pero qué hago si necesito leer tal parte de, por ejemplo, La ciudad letrada, de Rama? El kindle está estupendo si uno es microbiologo: un campo en el que el conocimiento nuevo sustituye al viejo.

3. Ayer estaba leyendo y la bebé hizo un ruido. Al estirarme a ver qué le pasaba, el libro se me resbaló del regazo y cayó al suelo. Lo recogí: había perdido la página. Si hubiera estado leyendo en un ipad, me habría quedado sin biblioteca durante quién sabe cuántos días.

4. El kindle es ideal para leer en las salas de espera de los aeropuertos, pero la mayoría de los vuelos que toma un profesionista viajero son muy cortos y suceden muy temprano o muy tarde. 

Cuando los vuelos son extensos lo recomendable es ir a tope de ansiolíticos y hasta mezclarlos con dosis razonables de alcohol, así que el resultado es el mismo: poca lectura, mucho sueño.  

5. Si J. K. Rowling hubiera decidido dejar a su editorial para vender ella misma sus libros desde una página web, mi hijo mayor no la hubiera leído: el kindle es muy caro para el personal que acompaña la lectura con una bolsita de cazares y un litro de boing de guayaba.

6. El grado de profesionalización que ha alcanzado la industria editorial global es tal que cuando leemos un libro ya no notamos el soporte -sin importar cuál sea. A menos que el soporte sea el mensaje.