Querido chilango: ¿ha usted notado que la ciudad está cada vez más poblada de sujetos con aspecto de leñador a los que sólo les hace el hacha al hombro y por supuesto, saber usarla? ¿Se ha dado cuenta de que las camisas de franela de cuadritos, de preferencia rojas y los chalecos abultados que antes se reservaban para los carpinteros y leñadores, ahora están en los anaqueles y maniquíes de todas las tiendas?

Pues no es casualidad. Basta con darse una vueltecita por la Roma/Condesa y lugares circunvecinos, para ver que esta especie está proliferando cada vez más. Pero es la pura percha. No es que estos muchachos sepan siquiera poner una casa de campaña o prender una fogata (en eso cualquier boy scout les da la vuelta) sino que están en tendencia.

Lumbersexuales

Estos hombres ya tienen un nombre: lumbersexuales. Sí, ya se habían tardado en ponerles una etiqueta a estos barbones, guardabosques citadinos que en apariencia tienen un look descuidado y desendadado, pero si los miramos bien están cuidadosamente combinados.

Tomemos a un lumbersexual típico: botitas Caterpillar, jeans de la marca de su preferencia, pero Diesel o Levi’s le dan más caché, playerita blanca y alguna camisa de franela, que ésa sí se encuentra casi en cualquier tienda que se precie de estar en tendencia. Su nombre proviene de “lumberjack” (leñador) y es como una de las pokevoluciones del hipster. Cuando el vello facial volvió a ponerse de moda, el reino del metrosexual se tambaleó. Rasurarse se volvió demasiado maistream y la barba y los bigotes volvieron con todo.

Los metrosexuales

Recordemos que el término metrosexual se puso de moda allá por los noventa, años en los que tener cara de Hanson, rasuradita y lampiña, era el hit del momento. En realidad no había que buscarle mucho para darse cuenta de que era un ardid comercial para que la industria del cuidado de la imagen y la moda duplicara su mercado: ahora también se le podía vender cremas antiarrugas a los varoncitos y no tenía nada de malo que se fueran de repente a la cama de bronceado. Era bien visto que el muchacho fuera de comprar y combinara su guardarropa. Al hombre se le permitió abrazar su lado femenino sin poner en entredicho su masculinidad (¿?). Con unos pesitos de por medio, claro está.

Pero ojo: el lumbersexual no significa necesariamente la muerte del metrosexual. Una de las características del hombre metro es su preocupación por mantener una vestimenta bien combinada y trendy. Los lumbersexuales, por su parte, a pesar de parecer reivindicar al hombre feo, fuerte y formal, no engañan a nadie: se recortan los pelos de la cara en barberías de moda y no compran sus camisas en Waldos, sino en tiendas donde por un pedazo de franela a cuadros, les cobran lo que podría ser el equivalente al gasto semanal de una señora de colonia popular.

El normcore

Hace poco también se puso de moda otro término: el normcore, que era una especie de “back to basics”, oponiéndose a la neurosis colectiva de estar siempre trendy y vistiendo marcas carísimas. Los nomcore apelaban a su derecho de comprarse un paquete de calcetas Wilson en Walmart y por qué no, usar ropa interior Fruit of the Loom como ropa exterior sin que hubiera bronca. Era una especie de liberación. Pero el chiste duró muy poco, porque al convertirse en algo trendy, el nomcore se convirtió en un fenómeno irónico, como el perro que se corretea la propia cola: “no me importa ser trendy y por eso estoy a la moda pero no me importa estar a la moda y por eso estoy de moda”. ¿Captan? Suena un poco confuso, pero no lo es tanto.

Bueno, pues el lumbersexual toma un poco de esto y un poco de aquello: aprovecha que el vello facial volvió con todo gracias a la hipsteriza y usa la barba como bandera de identificación. Del normcore toma el aspecto de “soyfodongoymevalelamoda”, aunque en realidad se vistan en tiendas carérrimas y por supuesto, toma del metrosexual el hecho de ser una oda al narcicismo urbano, Podrán tener aspecto de haber salido del bosque pero sin una Macbook o un iPhone pueden sufrir un colapso nervioso.

La próxima vez que vean a uno de estos barbones a cuadros en la calle, mírenlo bien y analícenlo: vean que nada en él está dejado al azar. Pero en este mundo donde las chicas se visten de enfermeras sexys o de mucamas francesas para provocar fantasías, ¿no es válido que los hombres levanten pasiones disfrazándose de hombres rudos?

Porque afrontémoslo: a muchas (y muchos) les encanta este prototipo de hipermacho, aunque como Pinpón, nomás sean de cartón. Si ya desde los tiempos de Village People la hipermasculinidad caricaturizada era utilizada para alocar hormonas, podemos permitirles a los lumbersexuales sus 5 minutos de fama antes de que los rastrillos vuelvan a ponerse de moda, para beneplácito de los los hirsutofílicos*.

*Hirsutofilia:es la parafiliaque se refiere a la atracción por el vello androgénico (de hombre, pues).

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