Hubo un momento en la niñez en la que todos éramos felices e iguales. Reinaba la igualdad y la hermosura. Pero eso es cuando éramos fetos, porque apenas salimos al mundo y nos convertimos en un catálogo de formas y monstruosidades ¡ja ja ja!
Cuando uno ve las fotos de la primaria o la secundaria parece que todos somos de razas diferentes: el que no es alto es gordo, el que no es chaparro tiene una ceja de azotador.
Hicimos un recopilado de las peores características físicas que puedes tener cuando vas en la primaria y estamos seguros que tuviste alguna de ellas o conociste alguien así. No se ofendan: todos sufrimos por eso y nuestro consuelo es que en la primaria éramos gorditos, pero ahora ya no —ay ajáaaa, maldita y sensual—:

El chino

¿Tienes los ojos rasgados? ¿vienes de la Agrícola Oriental? ¿eras el chino cochino, el coreano o el taka taka? Seguro tus compañeros de la primaria te decían que si veías bien o que te sacaron de una serie de animación japonesa. Regresabas con los ojos llorosos a tu casa, a medio abrir y le preguntabas a tu mamacita “¿por qué tengo los ojos rasgados?” y ella volteaba con su cara de japonesa diciendo “tekito tumokito” ¡JA!

La altura

Ser la más bajita de tu salón de clases te hacía merecedora de apodos como “la pirinola” o “la mini”. Siempre hasta adelante de la fila y todos te ven con amor y ternura. No hay tanto problema. Pero cuando eres hombre y eres el más chaparro ¡PUM! Te convertías en seguida en el hombre de acero… de a cero metros. Todo se te dificulta, te cuelgan las patas en el camión, sufrías a la hora de jugar basket o volleyball. El único consuelo es que cuando llegas a la prepa das el estirón y te conviertes en “la garrocha”… cosa que no es tan cómodo cuando eres mujer y te conviertes en “la jirafa” ¡nunca ganarás!

Los pelos

¡Ay pelos! ¡siempre salen en el lugar menos indicado! Es horrible que te crezcan en medio de las cejas y te conviertas en el ceja de azotador o “el Titino”. Las mujeres también lo sufren y se convierten en “la Frida” ¡Pero hay más! Cuando ya vas en sexto de primaria los pelos comienzan a invadir los brazos y te conviertes en chango… o changa. Y espérate a la secundaria porque ahí te invaden como la marabunta ¡ya llévanos diosito!

El crecimiento

Oh vamos, que estás en pleno crecimiento. Es una edad en la que tu cuerpo comienza a florecer y en donde vas adquiriendo forma y robustez. Pero a veces a la madre naturaleza se le ocurre que tienes que crecer por partes: a veces te crecen las orejas y todos te dicen “el chore”. A veces te crecen de más las piernas y todos los pantalones de quedan de brincacharcos. A las mujeres les crecen las boobs y -aunque no hay mucha diferencia en comparación de todas sus amigas que están más planas que una tabla de triplay- les da muchísima pena. Los pies también crecen, pero esos en desorden: uno más que el otro y un zapato te aprieta mientras que el otro está nadando. No hay que ser.

La panza

Y llegamos al punto bulleador por excelencia: no hay salón de clases sin su “niño gordito” o sin que alguien diga “ahí viene la chobis”. Esto es a veces porque nos la pasamos comiendo cochinadas o porque nos estamos moldeando en manteca. Es un horror sudar cuando es la clase de educación física, que la ropa te apriete y te veas como chorizo mal amarrado, o que tu mamá tenga que ponerle doble botón a tu pantalón. Señores padres, tengan piedad: no dejen que sus hijos se pongan como lechoncito. Neta que sufrimos *todos nos abrazamos en la redacción y lloramos*
Bueno, pero hay quien la pasa peor: quien esto escribe era gordito, con lentes —”¡ahí viene el cuatro ojos!”—, con las piernas largas, con pelos en lugares inimaginables y con pies disparejos. Créanme ¡después de varios años el cuerpo cambia! —se ve en el espejo y sigue igual— ¡Pero superémoslo!
¿Qué característica física temible tenías en la primaria?