“The Outbreak México es una experiencia que asemejará un videojuego, es decir: te daremos, armas, municiones, pistas y tendrás que recorrer el laboratorio disparando a los zombies, rescatando sobrevivientes y resolviendo acertijos.

“Eres parte del equipo de fuerzas especiales S.K.U.L.L. Tu misión es infiltrarte en el laboratorio y con la ayuda de tu equipo terminar los objetivos de tu misión: obtener información de inteligencia, rescatar civiles y, lo más importante… sobrevivir. Te equiparemos con un traje protector especial y te daremos armas, municiones y las herramientas necesarias para que completes tu misión”.

Esto es lo que ELLOS dicen en su Facebook sobre la experiencia de The Outbreak México (puedes leer más AQUÍ), pero ¿cómo es en realidad? Los editores de Chilango y Chilango.com nos lanzamos a vivirlo y, créenos, es PEOR de lo que ellos dicen.

Recuperamos los archivos secretos de esta misión en la que cada integrante de Chilango cumplió cierto rol. He aquí los textos íntegros:

Equipo médico: doctora

Alejandra Leglisse – Editora Ejecutiva de Chilango

Cada miembro tiene dos parches en la parte de atrás de su chaleco y cuando los zombis atacan tratan de quitarte esos parches. Si te quitan uno, quiere decir que estás herido, pero si te llegan a quitar los dos, mueres, y quedas fuera del juego.

El equipo médico tiene que cuidar que nadie pierda sus parches y si alguien es atacado tiene que volver a ponerle el parche antes de avanzar o sale del juego.

Cuando llegamos al lugar, una bodega en Naucalpan, a unos metros de un panteón (casual) no se veía nada extraño. De hecho, el lugar estaba desierto con una tranquilidad perturbadora. Era una gran bodega, cuya puerta estaba marcada por cinta amarilla, como las que usan los policías para marcar los accidentes o los asesinatos.

Esperamos en la calle cerca de 10 minutos, estábamos nerviosos. No sabíamos qué podía pasar. Salió un tipo con uniforme militar, parecía comandante de un equipo SWAT. Nos llevó al interior, una bodega vacía, y empezó a darnos recomendaciones: “Nadie tiene problemas de corazón y no son claustrofóbicos, ¿verdad?”, preguntaba mientras nos repartía un papel que teníamos que firmar para deslindarlos de toda responsabilidad en caso de algún accidente.

“Si alguien sufre un ataque de pánico y se priva, el staff lo ayudará a salir; si no pueden respirar podemos parar el juego”, nos aseguraba. En ese momento pensé que había sido un gran error haber ido y que tal vez no podría terminar el juego.

Apagaron las luces para que nos empezáramos a acostumbrar a la oscuridad. Sólo veíamos lo que nuestras luces frontales alumbraban, unos cuantos metros apenas.

El momento más impactante fue cuando abrimos la puerta para entrar y nos atacaron los primeros zombis. Todo se volvió un caos, entre los gritos desgarradores de los primeros que los enfrentaron, después vinieron las risas. La adrenalina estaba a tope.

El momento más emocionante fue cuando tuvimos que cruzar por un ducto en fila india. No sabíamos que a donde llegaríamos ni qué encontraríamos. También me daba miedo que a alguien se le fuera a dispar el rifle (que tiene bolitas de plástico) y me fuera a dar una bala perdida.

La anécdota más divertida fue cuando Romina (equipo de comunicaciones) se quedó atrapada entre la pared y una puerta que intentábamos cerrar para escapar de los zombis. Ella estaba del otro lado de la puerta, intentaba abrirla y nosotros cerrarla porque pensábamos que era uno de ellos. Al final pudo abrirla y todos gritamos como locos antes de reconocerla.

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