[Selección: Uriel Waizel y Baxter]
[Intro: Uriel Waizel]

Fui invitado por Chilango para hacer la curaduría de los músicos jóvenes más destacados. Tras horas de ponderar nombres, perfiles y obras junto a otros críticos, coincidimos en los personajes mostrados a continuación. Antes de dar los nombres, conviene hacer un recuento de la última década.

El panorama actual en la música no es ni alentador ni desolador. Demos gracias que el boom de banditas de la primera década del siglo ya terminó. Y no es que haya sido un periodo negativo, pero sí uno plagado de intentos muy a palos de ciego, por hacerse de un espacio en la ya retacada historia del rock, ante una industria en pleno cambio de piel.

Mientras su banda favorita regalaba su música por internet, a los músicos se les quedó la idea de entregar sus demos en la radio: quizá un gran mecenas del indie mexicano los treparía a la fama. Les tocó el tardío amanecer del indie nacional y aprendieron lo que era el «do it yourself» entre sueños guajiros que los hicieron dejar la escuela en pos de una carrera en el music business. Se abusó del artículo «los», seguido de algún término en inglés, como si se tratase de una nueva ola de rocanrrol. Antaño eran Los Apson o Los Crazy Boys; ahora, el paisaje estaba tupido con Los Dynamite, Los Actors y hasta Le Baron. Por ahí algunos que heredaban del guacarrock hicieron tecnocumbia, pero lo chido, era tocar britpop.

La primera década del siglo XXI será recordada por ser el tiempo de los actos pioneros en las redes sociales: aquellos que se hicieron de una página MySpace, ganaron fans y groupies express, decidieron llamarle «gigs», a los «toquines» y disfrutaron de una nueva movida con varios foros dónde tocar, para ser reseñados y fotografiados por bloggers «profesionales» (y timados por coyotes matreros, dueños de foros, sellos o distribuidoras). Algunas incautas ovejitas incluso ganaron concursos de rock, cuando el rock como institución, se ha convertido en un cliché andante de greñas desteñidas y jeans rotos. De penita.
Por aquellos mismos años llegaron Rock Band y Guitar Hero. Esto nos ahorró que la chaviza que encontraba en la música una manera deportiva de liberar hormonas, no bajara siquiera a su garaje: se quedaban a practicar air guitar en las salas de sus casas. ¡Qué alivio!

Puede hablarse ya de esos 10 años anteriores como precursores de algo más. Años en que músicos sin espacio en la industria colonizaron un territorio raro que se llamaba «indie», con todas las desventajas. Los músicos que aparecen después de ellos ya son nativos de ese territorio: se les acepta el «indie» no sólo como género o berrinche, sino como auténtica aspiración musical.

De estos, los nuevos, quedan los que han chambeado, los que han sobrevivido a la burbuja del indie y desean seguir rompiendo el cascarón. Los que no encontraron glamour inmediato, desisten hacia disciplinas más glossy. Nacen, afortunadamente, músicos que heredan caminos mejor trazados en una escena que aún dista mucho de andar sobre rieles.

A Juan Manuel Torreblanca, Madame Récamier y Andrea Balency, se les puede encontrar twitteándose entre ellos, sea para tocar juntos o festejar sus eventos como solistas, cual hermandad de músicos ilustrados y multinstrumentalistas. Karen Ruiz (de Songs for Eleonor), representa al gremio de Discos Tormento, quienes se han sabido ubicar en la arista entre el electropop fosforescente y la onda de artistas contemporáneos que se reúnen en el Bar Covadonga, guiados por la ironía posmoderna. A Diego Solórzano (de Rey Pila) y Alanity (de Vicente Gayo), les toca meterle watts a la corriente: el primero ha dejado atrás las influencias de Joy Division y parece haberse renovado al escuchar a INXS o Fobia; el segundo le tupe al power-rock junto a su banda, a partir de buenos ganchos y ruido tomado de viejos cacharros electrónicos. Por último, alejado de trivialidades y preocupaciones de niñato burgués que están asociadas naturalmente a la música pop alternativa, Akil Ammar destaca por ser cronista de una realidad que va más allá de la agenda noticiosa: sus rimas van desde una crítica al caso News Divine hasta un comentario sobre esa tierra de nadie que se llama Ciudad Juárez; harían falta más letristas con su lengua filosa.

Aquí los tienen. Siete músicos, (casi todos) por debajo de los 30: jóvenes, chambeadores y con el talento a flor de piel.

– URIEL WAIZEL
Jefe de Contenidos Musicales de Ibero 90.9
y columnista de música de Chilango.