Aguas: pasando los treinta años empieza una edad en la que todo se ve cuesta abajo. Nos lavamos el cerebro pensando que “los treinta son los nuevos veinte” y luego “los cuarenta son los nuevos treinta” y así hasta la tumba hasta que ves que ya vas cuesta abajo ¿pero en realidad es tan malo como dicen?

Pues no: el nivel económico en las grandes ciudades después de los 32 es en promedio 50% mayor que cuando tenías 22. Eso es lógico ya que cuando eres joven agarras cualquier trabajo en lo que ganas experiencia (y la quincena se te va en borracheras ¡ja!). Después viene una época de estabilidad en la que ya puedes pensar en planes a futuro. Esta situación ha cambiado radicalmente las últimas décadas así que deja de sentirte mal si tu papá te cuenta que a los 25 ellos ya se habían casado y hasta comprado una casa. Hoy los treintañeros apenas andan agarrando vuelo.

Lo que nos queda claro es que hay ciertas cosas, cieeeeeeertas cosas, en las que uno ya no sabe si es joven, viejo, chavorruco, o haces el ridículo ¿estamos pasando la crisis de la mediana edad?

¡Sí señor, sí!

La primera señal de que ya estás ruco es cuando te dicen “señor”. Los jóvenes meseros te hablan de usted, en la calle los niños te tratan con respeto y hasta las personas de tu edad se refieren a ti como “buenas tardes, licenciado”. Las primeras veces te saca de onda porque te sientes como Chabelo pero rápidamente le agarras la onda a tu nuevo estatus. Esa no es la crisis: el problema viene cuando ya te acostumbraste y a alguien se le ocurre hablarte de tú ¿Me estás tuteando, igualado? ¡trátame con respeto que soy mayor que tú!. No lo dudes: es el viejazo.

¡No encuentro ropa que me guste (o que me quede)!

La conspiración de las tiendas: la ropa que te gusta no te queda (panza chelera, que le dicen) y la que te queda no te gusta. Peor aún: la ropa que te gusta es barata y la que se supone que es de tu edad es cara ¿en serio vas a comprar una camisa por 2 mil pesos? No señor, si en el tianguis la ropa es barata, no es necesario que sea de marca. Pero al final cedes a la moda y vas a las tiendas buscando la XL que es la única que te ajusta… medio apretada.

La moda de lo que me acomoda

Típicas cosas de chavorrucos: playera cool con saco. Camisa, corbata y saco… con pantalón de mezclilla. Peor aún: traje completo… con tenis. Ya en el colmo del chavorruquismo: playera fajada adentro del pantalón. Y no importa que trates de convencerte que ponerse una playera de superhéroe con saco de pana es chido: el consuelo es que todos los treintañeros lo hacen ¡ja!

¿Cerveza? ¿Qué es eso?

La cerveza es buena para todas la edades y tiene los nutrientes que tu cuerpo necesita (eso nos repetimos como mantra) pero ¿cuando vas a la cantina no se te antoja un trago más fuerte? Un whisky, un vodka y hasta un buen ron que en tus años de estudiante eran impensables. Lejos quedaron los días de la caguama banquetera y del zeppelin que comprabas en la esquina (sabes a qué nos referimos). Esa es la ventaja de la edad: uno se vuelve borracho gourmet (¡qué orgullo!).

Te emociona entrar a una tienda… de cosas del hogar

Te haces independiente, rentas un depa y al principio te puedes dormir en un tapete. Tus libreros son huacales, tienes un único juego de platos y con mucha suerte tienes sillas de plástico. Pero al acercarte a los cuarenta la cosa cambia: piensas en tener mejores sartenes (por lo menos que no estén desportillados), tratas de tener sábanas que combinen (pensando en las damitas) y tu sala se merece un sillón cómodo. Cambias las herramientas por cosas para tu casa: hasta te emociona tener un poco de lana extra para ir a las Home Stores. No hay nada de qué avergonzarse: es que ya te llegó la madurez. Ni modo.

Te preocupan cosas nuevas y te dejan de interesar otras

Echarte 14 tacos de suadero estaba bien hace 15 años. Hoy prefieres una ensaladita porque luego la panza hace estragos. La leche te saca gases. Tu auto lleva un mes sin que le pases el trapo porque no te da tiempo (y antes hasta le echabas armorol). Ya te da pena ir a la oficina con la camisa a medio planchar. Te fijas en los carbohidratos y empiezas a entender cómo funciona eso de la fibra. Comienzas a considerar la opción de contratar a una persona para que te ayude a la limpieza.

Y lo peor es que no puedes explicarle a tus cuates que no puedes desvelarte porque la mañana del sábado la usas para lavar. Eso es de viejitos.

Te ofende el nuevo uso de la tecnología

¡Huy huy huy! Casi nadie habla de esto porque es un tema exclusivo de los treintañeros de estos días. No ha habido otra generación que haya pasado por lo que nosotros estamos viviendo: crecimos con maquinitas en la farmacia, nuestras computadoras eran viejas y se conectaban al teléfono. Bajabas canciones en Napster que podías dejar descargando durante toda la noche. Aprendías lo básico del código, abrías blogs con direcciones larguísimas ¿y ahora los chavos tienen todo? ¡Sacrilegio! Suponemos que te ofende haberte gastado cantidades infames de dinero en el Street Fighter y ahora los niños reinician sus juegos en los teléfonos sin que les cueste nada. Tu papá no habla de esto, tus sobrinos tampoco. Es un tema de crisis de la mediana edad ¿estás siendo ridículo por pensar en eso? ¡Eshtan nuevash generashionesh no saben nada! *cof cof*

La crisis de la mediana edad no es tan mala: con que no pienses en comprarte un Ferrari todo estará bien. Eso déjaselo a los cincuentones aunque… ¡para allá vas que vuelas! ¡ja ja ja!

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