De todas las cosas horribles que le pueden suceder a una atleta exitosa, quizá la peor de todas sea perder sus trofeos de cuando era niño. Algo así le pasó a la taekwondoín Iridia Salazar, salvo porque le robaron once medallas, de las cuales había una olímpica de oro.

Las medallas estaban en la camioneta de su hermano, que fue abierto por unos delincuentes en Querétaro. La parte irónica: es probable que el etéreo del hermano valga más que las medallas. De cualquier modo, esto le deja varias lecciones a Iridia: uno, si ganas medallas olímpicas, no se las prestes a tu carnal para que se las enseñe a sus alumnos; dos, si se las prestas, dile que se tome la molestia de bajarlas; tres, no andes grabando promocionales a favor del PAN.