El parque público más antiguo de nuestro continente es también, desde hace ya varios años, un lugar de encuentro para la pasión, para quienes les molesta la burocracia de la conquista, el romance y todos los demás trámites que se necesitan para que dos que se desean terminen en la cama.

Todos sabemos que en sus orígenes, la Alameda Central era de uso exclusivo de la nobleza novohispana y se prohibía el acceso a los indios y esclavos negros, pero ahora, en pleno siglo XXI, y ya muy bonitamente remodelada, nuestra Alameda acoge a todo tipo de paseantes.

Entre estos variopintos transeúntes estaban algunos como aquellos que ya en 1924 levantaban los suspiros del grande de las letras, Salvador Novo, y cuyas hazañas de ligue en este lugar quedaron inmortalizadas en el cuadro de Manuel Rodríguez Lozano “Salvador Novo en taxi” que lo retrata, cuenta la leyenda, yendo a la Alameda Central para ligar jóvenes ya entrada la noche, a la luz de la Luna y con los álamos como testigos de lo que ahí ocurre desde entonces.

Antes de la remodelación, y la verdad es que nunca se supo por qué, rumbo a la calle de Dr. Mora, frente a la estatua dedicada a Humboldt, aquello de noche era una verdadera penumbra, pues curiosamente las luminarias de aquella zona nunca estaban prendidas, lo que propiciaba un ambiente idóneo para los encuentros entre hombres.

Ya remodelada la cosa no ha cambiado mucho, salvo por los jardines que ahora son intransitables, pues donde antes había pasto ahora hay plantas exquisitamente acomodadas, y donde ya no es posible dedicar unos minutos al fino arte del amor furtivo, de ese que se disfruta con el nerviosismo de ser atrapado por la ley o ser asaltado por el amante en turno. Ser asaltado por el macho que crees será tu gran conquista de la noche es parte de esta casi ruleta rusa del ligue.

A espaldas de Humbolt, y atrapado entre los nuevos y flamantes cafés del llamado Barrio Alameda y la ya clásica cafetería Trevi, sobrevive como los valientes el famoso y enigmático, no puedo decirle bar, “Internet”, un lugar único en su género, que está en un primer piso, entrando por una tiendita y donde se dan cita migrantes de todo el país que laboran aquí en oficios como albañiles o taqueros, gays de 50 años o más con aires de grandeza, personas trans de clases populares que se dedican al trabajo sexual unas cuadras más adelante, en la calle de Arcos de Belén, pero también gays de la nueva ola cosmopolita de la capital que encontraron este bello lugar donde ahora ya, en feceto, se cuenta con una red WiFi.

Su atractivo principal son los chacales, casi todos de Oaxaca o Guerrero, morenos de mirada ruda y dispuestos a todo, no sin antes dejarse invitar unas cuantas cervezas por alguno de los que llegan solos y piden una caguama con dos vasos, como para darle a entender a todos ahí que esa noche no se pasará frío y para que los chacalines sepan con quien llegar a ofrecer su amor.

Abajo, mientras tanto, en la fuente que está frente a Humboldt, en las bancas que están alrededor y en todas las que están sobre Dr. Mora, estos hombres van y vienen mostrando su virilidad erguida a los que se sientan ahí haciendo como que contemplan el paisaje pero con la mirada bien puesta en los hombres. Una vez que dos se ponen de acuerdo lo de menos es encontrar dónde pecar pues muy cerca de ahí, pasando Reforma, del lado de la Iglesia de San Hipólito, usted puede encontrar habitaciones por 5 horas desde $100, con espejo en el techo incluido.

En el parque Solidaridad, que nació luego del derrumbe del Hotel Regis durante el sismo de 1985 y en la plaza del Centro Cultural José Martí, alrededor de los barandales de la entrada de la estación Hidalgo del Metro, ya de noche, después de las 22:00 horas, también se pueden encontrar hombres que buscan completar lo de su semana con el deseo de alguien que esté dispuesto a desembolsar una módica cantidad.

En esta ciudad convulsa todos somos deseo y el erotismo se vive en cada cuadra, en todas las esquinas y rincones. La ciudad está hecha de placer.

¿Tú conocías este lado oculto de la Alameda Central?

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