En 1692, en Salem, Massachussets, al norte de Estados Unidos, en donde el miedo era una constante. Unas niñas puritanas de la aldea –caracterizada por una moral intolerante– acusaron de brujería a Tituba, una esclava negra la cual les contaba historias. Comenzaron a comportarse de una forma extraña: sufrían sollozos y convulsiones descontroladas. A causa de las fuertes torturas, Tituba confesó ser bruja y haber atacado a una de las niñas con un cuchillo. Éstas señalaron a dos mujeres más y a lo largo de ese año, 21 personas más fueron ahorcadas y muertas en la cárcel en espera de juicio.