En un estudio divulgado por la Asociación
Médica Americana (JAMA) en enero de 2010, se concluye que estas medicinas no
son más efectivas que un placebo. Ya desde 1998, el psicólogo Irving Kirsch, de
la Universidad de Connecticut, observó algo similar: según 38 estudios en los
que participaron más de 3 mil pacientes, el efecto de los fármacos contra la
depresión es casi el mismo que el de una píldora de azúcar.
¿Por qué se siguen
recetando con fervor?

Tras la comercialización de fármacos hay una maquinaria
que se llama industria farmacéutica. En México, esta industria tiene un valor
de 523 mil millones de dólares: 1.04% del PIB. El funcionamiento de la
maquinaria comienza en el DSM,
el Manual de Psiquiatría que cataloga los trastornos mentales y sus síntomas
para todo el mundo
. Ese manual lleva cuatro ediciones, y la próxima se
publicará en 2013. Ahí la medicina publica las nuevas enfermedades que se
descubren desde 1952. Las enfermedades cambian: para el manual DSM II de 1968, la
homosexualidad era un trastorno mental, y lo fue hasta 1973. En la última
versión, la IV, hay padecimientos tan extraños como el trastorno de
comportamiento perturbador no especificado, con síntomas que podrían pertenecer
a muchas otras enfermedades y, a la vez, a ninguna: hostilidad, conducta
desafiante, hiperactividad.

Entre
tanto, los laboratorios farmacéuticos
entran a la carrera por desarrollar medicamentos que curen esas
enfermedades
: se invierten millones de dólares en investigación. Invierten en
congresos médicos donde hacen conciencia de la nueva enfermedad, o de la nueva
importancia de enfermedades ya conocidas. Como por ley no pueden publicitar
directamente un remedio que se vende con receta (tal es el caso de los
ansiolíticos y, supuestamente, de los antidepresivos), lo que hacen es invitar
a la prensa y a médicos a viajes y conferencias
, o crear o apoyar, con dinero y
asesoramiento médico, organizaciones de ayuda a víctimas del padecimiento. Una vez intalado
el tema en la población, que se identifica con síntomas cada vez más numerosos
y ambiguos, la demanda del remedio que producen aumentará.

Así sucedió, por
ejemplo, con el Viagra: mientras Pfizer desarrollaba el medicamento, en el
mundo se iba instalando la preocupación por la disfunción eréctil.
Recientemente, la revista Psychotherapy
and Psychosomatics
puso el tópico en evidencia publicando la
investigación «Nexos financieros entre los miembros del panel del DSM-IV y la industria
farmacéutica»
. Cuatro psicólogos y profesores de las universidades de
Massachussets y Tufts concluyeron que más de la mitad de los miembros del panel
del DSM, y todos
los especialistas incluidos en el manual, tenían lazos financieros ocultos con
la industria.

86 millones de pastillas para tratar la depresión se venden cada año en México.

Una vez que el medicamento está desarrollado y a
la venta, el laboratorio que lo creó tiene la propiedad de la patente durante
17 años.
En ese lapso, la conciencia acerca de la enfermedad crece entre la
gente. Los laboratorios que desarrollaron la patente mandan a un equipo a
promover el medicamento, y estos van a hospitales y consultorios, y dejan con
los doctores muestras del medicamento y literatura acerca del mismo. «En muchos
casos resaltan los beneficios del medicamento y dejan otra información en letras
chiquitas»
, cuenta la Dra. Niesvizky. Tras 17 años, la patente se libera, y
otros laboratorios la reproducen bajo nuevas marcas. El costo baja, y la gente,
que ya tiene conciencia de la enfermedad, tiene más opciones. Es en ese punto
que surgen los dependientes del medicamento, los hipocondríacos y las modas.