¿Cómo lo identificas?

El pesero va a reventar, las cumbias del amable chofer truenan los boofers de la unidá. De pronto, alguien hace una parada y las cumbias se detienen de manera abrupta. Ves el brazo de una guitarra nadando entre los brazos asidos a los tubos. Suena un do desafinado, y zaz: “Las piedras rodantes” de El Tri, interpretada por un pelilargo que trata de cantar como Saúl Hernández (pero le pega más a Resortes) y que surfea con notable habilidad los topes y enfrenones a los que lo somete el chofer del bus. “Muy buenas tardes tengan todos ustedes, damitas, caballeros, espero que las canciones que les vengo a interpretar sean de su agrado, o que por lo menos no sean de su ‘incovieniencia’”. Así se justifica el juglar y se sigue con dos o tres rolas más (entre las cuales seguro figura un éxito de los Enanitos Verdes o Elefante, alguna oldie tipo “¿Por qué se fue, por qué murió?” y, en el caso de los más aventurados, una composición propia), pasa a cobrar, y salta del pesero, agradeciendo a gritos las atenciones del chofer. Después, cumbias.

¿Qué quiere?

El éxito, la fama, los escenarios de miles, discos, videos, MTV, chicas, drogas y rock and roll.

Es chocante porque…

Cuando sube, no hay i-Pod que logre combatir sus gritos, así que terminas chutándote su letanía a la fuerza.

Su empleo alternativo:

Ooobviamente, rockstar. Por su terquedad, mamá.