¿Por qué alguien le entregaría su dinero y documentos a una persona que apenas acaba de conocer? Por su enorme encanto, habilidad verbal, capacidad de convencimiento y empatía, de engaño y manipulación. Estas cualidades son las que, según los estudios criminalísticos, describen a un estafador.

Si a eso se le suma que sus víctimas son vendedoras de bienes raíces a las que les pide que le muestren casas en las zonas más caras del DF, nadie pensaría que con ese alto nivel económico sería capaz de engañar y estafar. Los bienes raíces son la especialidad de Reina para enganchar a sus víctimas.

En México hasta ahora no se necesita licencia, como en Estados Unidos, para realizar transacciones inmobiliarias. Sólo 8% de los inmobiliarios del DF son miembros de alguna agrupación como la Asociación Mexicana de Profesionales Inmobiliarios. Por esa razón, Reina ubica propiedades, muestra interés por rentarlas o comprarlas, e interactúa con las vendedoras: viudas, solteras, divorciadas, mujeres solas a las que ofrece rescatar de la vida que ahora llevan y regresarles la vida de alto nivel que tenían antes.

Lo que Reina aprovecha para enganchar a sus víctimas es el derrumbe de la clase media alta, económica y psicológicamente, a lo largo de las últimas décadas. Hay quienes pueden pagarle los 50 mil pesos iniciales, ya sea con ahorros o pidiendo prestado a familiares o amigos. A quienes no pueden las convence de empeñar sus bienes.

También les pide sus tarjetas con el argumento de que necesita saber su límite de crédito para asegurarse que serán útiles para los viajes que harán. En todos los casos, cuando llega el momento de la firma del contrato siempre hay algo que demora todo: una cita inesperada de Reina con algún político, una cena fuera de la ciudad con otro funcionario.

Todo comienza otra vez: Reina pide más dinero para volver a abrir las puertas de Los Pinos. Ante el enojo de familiares y amigos de las víctimas, la mayoría de las mujeres vuelve a caer en las redes de Reina: sin dinero, propiedades ni documentos, le entregan más dinero que obtienen de préstamos, de vender sus autos o empeñarlos.

Las mujeres quedan aisladas, inseguras, temerosas y desesperadas. Ya no tienen a quien acudir: son vulnerables y dependientes de alguien que les prometió asegurar su vida futura.

Este modus operandi es casi idéntico en todos los casos, según se pudo establecer con los testimonios de 7 mujeres con las que habló Chilango: primero la seducción, el halago, la fingida amistad para hacerse de información. Después la manipulación, la solicitud de dinero, papeles, escrituras. Luego la evasión, los pretextos y, finalmente, los gritos, las amenazas.

Con sólo una búsqueda en internet en la página oficial de la Presidencia de la República se puede saber que María Reina de Miranda Corbalá no trabaja en la oficina de Margarita Zavala ni aparece en el organigrama de Los Pinos. «No es un problema de transparencia», señala Juan Pardinas, experto en el tema del Instituto Mexicano de Competitividad, «porque si hace 15 años el organigrama de Los Pinos era confidencial, hoy se puede comprobar quién es el responsable de cada área, quiénes son sus jefes, sus subalternos».

Para estas mujeres, como para muchos mexicanos, la transparencia es un concepto lejano, debido a décadas de opacidad gubernamental. Además, Reina les dice que ella está en un equipo «especial», lleno de privilegios, secreto. Aunque no existe evidencia alguna que lo demuestre, las mujeres le creen porque «quieren obtener, a cambio de poca inversión, enormes ganancias» comenta Martín Barrón, criminólogo del Instituto Nacional de Ciencias Penales.