Cuando en 2009 se anunció que en Méxicohabía más niños gordos que en cualquier país del mundo, se destapó en elCongreso la iniciativa de prohibir en las escuelas la venta de productosaltamente procesados, o con altas cantidades de grasa, sodio o azúcar. Papas,refrescos, galletas: justo las cosas que les encantan a niños y adolescentes,quienes buscan los tazos de las papas o se dejan seducir por el juguetito de lahamburguesa. La iniciativa se llamó Ley Antiobesidad: una serie de medidas parareducir los índices de obesidad infantil: prohibir la venta de estos productos,pero también regular la publicidad de éstos -otro récord de México: ser el paíscon más anuncios de comida dirigidos a niños-, elevar los impuestos a lallamada «comida chatarra», y extender las clases de condición física. La propuestatardó más de un año en aprobarse, luego de que empresas de productosalimenticios ofrecieron reducir sus porciones. La ley se aprobó en noviembre, yse volvió a cuestionar ese mismo mes. Al cierre de esta edición no había unadeterminación clara al respecto.

«Queremos ofrecerle más información alconsumidor, porque eso necesita», dice Lorena Cerdán, directora general delConsejo Mexicano de la Industria de Productos de Consumo (ConMéxico), queagrupa a 42 de las empresas más importantes del país, como Coca Cola, Pepsi,Bimbo, Barcel, Sabritas, Kellogg’s y Gamesa. «El problema es multifactorial: nose trata sólo de que existan los productos, sino de que somos más sedentarios.En este sentido, la modernidad nos llegó demasiado rápido: crecimos mucho comosociedad, pero no hemos adaptado nuestros hábitos a las nuevas necesidades». Elproblema de obesidad no es nuevo y, más allá de la Ley Antiobesidad, hayiniciativas avanzando por lo menos desde 2005, cuando, a partir de unaestrategia lanzada por la Organización Mundial de la Salud, en México se creóla Alianza para una vida saludable, que promueve un incremento de la actividadfísica, mejor información nutrimental, y una publicidad responsable.

«Como industria creemos que el problemava mucho más allá de los productos que se venden en las escuelas. Falta que seamplíe el horario de educación física. No es que no estemos dispuestos a pagarmás impuestos, pero hay otros actores que también deberían, los puestos degarnachas, por ejemplo», dice Lorena. A partir de enero de 2011, todos losproductos deben exhibir en la parte frontal del empaque una tabla coninformación nutrimental clara.

Más allá de que a los niños se lesretiren los productos de las escuelas, de nada sirve si siguen expuestos a lapublicidad de estos productos. «La publicidad que se dirige a los niños es unode los factores que está creando el mayor problema de salud pública que vive elpaís. Basta ver a niños desnutridos del sur del país con Coca Cola en susbiberones», señaló Alejandro Calvillo, director de El Poder del Consumidor,asociación civil que defiende los derechos del consumidor.

«Queremos una relación más transparentecon el consumidor -dice Lorena-. Queremos un consumidor sano.» Sin embargo, enMéxico aún existe la figura de

secreto industrial: las empresas dealimentos deben exhibir las cifras nutrimentales de los productos, pero no losporcentajes de

sus ingredientes. Por ejemplo: segúnestudios de la PROFECO, existen jugos comerciales adulterados hasta en 79%.

Además la evidencia de nuestra salud noes tan clara: la diabetes es la causa de muerte número uno del país. Un serhumano debe consumir 2,000 calorías por día, pero el mexicano ingiere 3,500;bebemos más refresco que nadie en el mundo -otro récord-, y en 25 años la ofertade comida rápida ha crecido 5,000%. Cualquier nutriólogo recriminaría nuestroshábitos alimenticios: no desayunamos, cenamos demasiado tarde y los fines desemana comemos de más.

¿Cuál es el problema real queenfrentamos? La Dra. Ana Lilia Rodríguez, Coordinadora de la Clínica deDiabetes en el Hospital Infantil de México nos lo dice: «De los niños quellegan al hospital, entre 30 y 50% presentan alta presión arterial a causa dela obesidad». Otra cifra: «Cuatro de

cada 10 niños con un cuadro de diabetespresenta la tipo 2», es decir que antes de cumplir los 30 años, esos niños muyprobablemente serán ciegos. La Dra. Rodríguez lo lleva más lejos: «Podríamosser la primera generación a la que le toque enterrar a sus hijos».