Por Ruy Feben (@ruyfeben), Mael Vallejo (@MaelVallejo) y
Mónica Isabel Pérez (@_m_o_)
,
que a veces se sienten como perdidos y sin GPS.

Lo que hoy diremos acá no es absolutamente nada nuevo: ya es
de dominio popular que el jefe Diego desapareció la semana pasada, que han
circulado (varias veces, por cierto) declaraciones sobre su presunta muerte,
que se han dado toda suerte de hipótesis. Al momento en el que se escribió esta
nota, se decía que su cuerpo se había encontrado ya. La versión la dio Manuel
Espino, panista de cepa, quien aseguró que la información le llegó de buena
fuente: el narco. También es bien sabido por todos que Celia Lora está en la
cárcel sin derecho a fianza por haber atropellado a un peatón mientras ella
manejaba en estado de ebriedad. Y que Cerati está al borde de la muerte en un
hospital. Si se hiciera una trivia sobre estos casos, si tu examen final de
esta semana hubiese sido sobre cualquiera de ellos, hubieras sacado todas las
respuestas bien.

¿Has oído de un lugar que se llama San Juan Copala? Es una
comunidad oaxaqueña que hace unas semanas se declaró autónoma. Días después de
hacerlo, desaparecieron muchas personas de la comunidad, en condiciones (esto
también lo sabes) extrañas. Como el Jefe Diego. La cosa es que, si le rascas a
periódicos y a noticieros, no hay ni la mitad de notas sobre Copala. Y, vaya,
también son desaparecidos, ¿no? Imagínate cuantos muertos injustamente hay
diario (no todos por la ebriedad de Celia), cuantos hospitalizados por estrés.

Nuestra conciencia es limitada porque nuestros medios lo son

En la medida en la que nuestros ojos mediáticos sigan sobre
el nombre y no sobre la importancia, sobre el escándalo y no la urgencia, los
desaparecidos superarán por mucho a las estadísticas. Eventualmente, los
desaparecidos seremos nosotros.