Elegancia gachupina
La moda en México era igualita a la de las calles españolas: corbata con encaje (chorrera), chaleco largo (chupa), la casaca y los calzones blancos debajo de las rodillas, y el sombrero de tres picos (tricornio).

Pelucas y tacones
Las mujeres de clase alta llevaban peinados altísimos, no por pasar
horas con la secadora, sino por sus pelucas. Usaban corpiños ajustados y
faldas amplias (panier). Las mantillas eran el accesorio preferido.

Es lo que hay
La diferencia entre ricos y pobres era abismal. Estos últimos andaban casi desnudos, cubiertos sólo con una cobija. Si tenían un poco más de dinero, usaban camisas de manta y calzones de la misma tela.

Moda eterna
Algunas mujeres sólo podían utilizar el rebozo, que formaba parte de la vestimenta de las clases populares desde entonces. Ellas mismas los tejían.

Los petimetres
Bohemios de clase baja, se ligaban a señoras de dinero. Usaban pantalones apretados hasta las axilas, un enorme frac, zapatos extravagantes, cabello largo y aretes.

Las currutacas
Usaban escote muy amplio, mucho maquillaje. Movían el abanico y usaban zapatos con cintas (caligas) que regalaban a los hombres ricos que les interesaban.

Los
catrines

Casimir, seda y corbatas europeas eran los preferidos de los ricos del Porfiriato. Todos usaban bastón, y los caballeros sabían usarlo para defenderse.

Las damitas
Las señoras adineradas compraban sus fastuosos vestidos en tiendas de importación, como El palacio de Hierro, para luego lucirlos en el Paseo de Reforma.

En el campo
Los hacendados usaban traje de charro, mientras que sus peones usaban versiones más baratas de esa misma vestimenta, muy parecida a la de esta imagen.

La soldadera
La clase baja no cambió mucho entre 1810 y 1910. Pero en la Revolución surgió la soldadera, mujeres que peleaban con vestimentas inusitadas para la época.

Los clasemedieros
En el Porfiriato surgió la clase media: gente que trabajaba para el gobierno o en negocios propios. Vestían lo mejor que podían, aunque sin mucha elegancia.

Los jornaleros
Los estratos más bajos de la población porfirista trabajaban en haciendas, cobrando cada mes la «raya». A ellos rara vez se les veía en la ciudad.