Fray Tormenta me muestra a sus “cachorros” sobre un ring a espaldas de su iglesia. «Hacen “la mística” mejor que Místico. Cuando me dicen que quieren ser como él les digo que no sirven: o son mejores o nada».

—Dile al Gato que venga —pide Tormenta. De un cuarto sale un chavo con máscara y melena con rayitos. De cerca, noto sus pupilentes blancos.

—Muéstrales “la mística” —propone el cura. El Gato sube al ring, agarra a un gordito, se impulsa y ejecuta la llave. «¿Ves?», me dice orgulloso.

Antes de despedirse, el cura que bendijo a Místico en su debut le reclama incumplir lo que al parecer fue un pacto: «Desde que subió a la Arena México jamás dio un litro de leche a los muchachos de aquí. Sin humildad, ¿cómo va a durarle la fama? Dios lo bendiga».

Cada vez con más frecuencia, a Místico le mientan la madre. Si eso no cambia, se verá obligado a volverse rudo.

Y esa podría ser su sentencia de muerte.