ENLACE

Los primeros días de octubre, la SEP y las escuelas de nuestros hijos nos aturden con los resultados de ENLACE (Evaluación Nacional del Logro Académico en los Centros Escolares), una prueba nacional que se aplica a los alumnos de tercero, cuarto, quinto y sexto de primaria y a los de primero, segundo y tercero de secundaria. Solemos pensar que el puntaje de ENLACE es el reflejo de la calidad educativa de nuestras escuelas, pero no es del todo así. David Calderón, director de Mexicanos Primero, una institución creada hace cuatro años para evaluar, vigilar y mejorar la educación en México, nos da razones para cuestionar los resultados de la prueba.

¿Qué sí está bueno de ENLACE?

«Es una herramienta que identifica los puntos débiles de la educación. Se ideó para dar a los padres elementos independientes de cada escuela para ubicar el avance de sus hijos, ya que las calificaciones de una escuela son componentes subjetivos.» Tu hijo puede sacar puro diez, pero si la escuela es de cuatro, no sirve de nada. ENLACE es como la boleta de calificaciones de la escuela, pero también de la educación nacional. «Los principales vigilantes de las escuelas son los padres, no los burócratas», añade Calderón, quien también forma parte del comité técnico de ENLACE.

Los bemoles

En las calificaciones de ENLACE, lo que salta a la vista es el puntaje total, que se calcula haciendo la media entre los puntajes de tres asignaturas evaluadas (español, matemáticas y otra materia que rota cada año: en esta ocasión fue formación cívica y ética), y entre los resultados de los alumnos de todos los grados. Pero ese puntaje puede ser engañoso: «cuando mezclas todo, el puntaje no es estadísticamente sólido. La suma de promedios te oculta cómo se alcanzó la media». Por ejemplo, si tienes 100 niños cuyo promedio es 5, no sabes si fue porque los 100 sacaron 5 o porque 50 niños sacaron 10 y el resto 0. Otro problema de la media entre asignaturas es la diferencia entre el dominio del español de un niño de la ciudad y el dominio de uno que vive en el campo: «las matemáticas son un referente más claro, porque son abstractas», aclara Calderón.

¿A qué información hay que ponerle atención?

David aconseja consultar los niveles de logro, que son cuatro: insuficiente, elemental, bueno y excelente. «Una buena escuela no tiene a ningún alumno en el nivel insuficiente, no deja a nadie atrás», puntualiza. El primer dato que hay que notar es el porcentaje de alumnos examinados. Si es menos del 100%, ojo. «Puede que los niños que faltaron al examen fueran precisamente los que sacan malas calificaciones. Hay escuelas que hacen este tipo de trampas», confiesa David.

¿ENLACE puede ayudarte a saber si es mejor la escuela privada que la pública?

David tiene una larga respuesta que se puede resumir en pocas palabras: «En el mundo globalizado, comparar nuestra educación pública con la privada es como comparar un vocho con un Chevy. Pero la educación en otros países es de Fórmula 1. Nuestros hijos van a competir con gente de todo el mundo. La escuela privada no es tan buena como solemos pensar, es muy complaciente, y ofrecen poco para lo mucho que cuesta. Tienen mejores materiales, mejores instalaciones, pero frente al mundo desarrollado, las dos son prácticamente iguales.» Llegar a esta conclusión no es disparatado, sobre todo si vemos los resultados de la prueba PISA, que todos los países de la OCDE aplican a estudiantes de entre 15 y 16 años. Cuando México hizo este examen en 2006, fuimos el último lugar de la lista de países miembros (30 de 30), y de los 57 países asociados, quedamos en el número 48, por detrás de Turquía y Eslovaquia, por ejemplo. «El 56% de los mexicanos se encuentra en el nivel de logro más bajo que existía hasta entonces, el 1. El nivel 0 se lo tuvieron que inventar para nosotros. Tenemos ese dudoso honor», confiesa David sin ninguna emoción. ENLACE es, en realidad, un reflejo del estado de la educación en México. Por ejemplo, otro dato que comenta Calderón: la mayoría de los becados de CONACYT que estudian posgrados en el extranjero vienen de universidad privada, pero más de la mitad regresan en menos de un año. Vaya orgullo.