Vivir en el DF es algo muy especial; sus calles, museos, parques, mercados y vida nocturna, entre muchas otras cosas, hacen de esta metrópoli una fiesta a los sentidos. Sin embargo, como toda ciudad, nuestra bella capital tiene también su lado B. A veces, es una auténtica jungla de asfalto, donde el aire huele a peligro y todo paso en falso puede ser fatal.

De tal modo, quien goza de jugarse el pellejo en la cuerda floja de las emociones fuertes, siempre encuentra un buen pretexto para derramar adrenalina en esta urbe. Así que si deseas darle intensidad al corazón, sólo tienes que practicar cualquiera de los siguientes deportes capitalinos, no aptos para cardiacos:

Andar en bici por cualquier vialidad de mucha afluencia

Si eres de los que disfrutan pedalearle camino a la chamba, coincidirás con nosotros en que esta actividad implica un riesgo muy canijo. Entre la escasa educación vial de los automovilistas y la imprudencia de los motonetos, el peligro de que salgas volando de tu bicla se siente a flor de piel. Se necesitan nervios de acero para ser un Lance Armstrong versión del Altiplano.

Salto del microbús en movimiento

¿A quién no le ha tocado bajarse de un micro en movimiento? Sobra decir que hay bastantes conductores que cuando les apachurran el timbre (¡ay!), sólo bajan la velocidad a 10 por hora e incitan a los amables pasajeros (no le hace que sean niños o viejitas) a echarse un brinco a la banqueta, o bien, a aterrizar de panza con la trompa por delante. Ni Nadia Comaneci tuvo esos aterrizajes perfectos.

Carrera al ‘aire’ libre

¡Sí, tal y como se lee! Es ciertos días invernales, echarte una carrerita para alcanzar el camión o cruzar una avenida resulta un acto temerario, pues debido a la espesa nata de esmog que rotula el horizonte defeño, podrías dar el chanclazo en el intento a causa de un paro respiratorio. ¡Ah, dichosos nosotros que vemos lo que respiramos!

Abordar o descender del gusano anaranjado

Entrar o salir del vagón del metro en hora pico es quizá la especialidad más notable de las habilidades de todo chilango. Aunque parezca difícil de creer, no nos dejarán mentir: entrar, salir, subir, bajar… siempre es una hazaña digna de un escapista experto o de un campeón de sumo.

Conducir en época de lluvias

Si no te patinas en una curva traicionera del Circuito Bicentenario, te caes a un mega bache (toda una fosa de tres metros de ancho y cinco de profundidad) disfrazado de charco. O bien, en una de ésas, chance y te quedas atrapado en el Viaducto; entonces sí a rezar porque no suba el nivel del agua y se te inunde la canoa.

Futbol en cancha de vidrio

Dicen los que saben que las verdaderas leyendas populares de nuestro balompié se forjan en los llanos, pero ¿qué ocurre cuando el dichoso pedazo de tierra es más bien un amasijo de lodo, vidrio de caguamas rotas y corcholatas boca arriba, en algún barrio sin ley? Ahí sí, ¡cuidado!, pues una chilenita estilo Hugo Sánchez te anda dejando, en lugar de pichichi, un santo mandarriazo en el lomo, con rajada de cutis y tétanos incluido.

500 metros planos (en tacones)

Ya les hemos hablado de los transbordos extremos del Metro, como el de La Raza, Atlalilco, Chabacano, Tacubaya y más… ¿Qué tal si esos más de 500 metros los recorren en tacones, con minifalda y a toda velocidad porque se les hizo tarde, más la bolsa con cosméticos y botes con la comida del día? Ni Usain Bolt.

Y así llegamos al final de este recuento lleno de peligros y deportes extremos, que todos los chilangos, por lo menos una vez en la vida, hemos practicado con cierto éxito y buena suerte. Pero antes de terminar, dinos ¿qué otro deporte extremo has practicado aquí en el DF?

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