Después de un año de darle recio al trabajo duro o de quemarse las pestañas estudiando locamente, todos tenemos derecho a unas buenas vacaciones. Despertarse hasta las once, andar en fachas por la casa, o si se tiene lana, planchar el traje de Adán para salir a alguna playa nudista son algunas de las cosas que disfrutamos hacer en nuestro descanso anual.

De chamacos, las vacaciones eran la mera mera onda: te acostabas tarde, veías toda la mañana las caricaturas, jugabas hasta el anochecer con tus cuates y primos… ¡Ah, qué tiempos aquéllos! Sin embargo, no siempre la pasabas bomba; a veces llegabas a tener unas auténticas vacaciones del terror (sí, tan horrendas como la película del mismo nombre, estelarizada por Pedrito Fernández).

Por tal razón, hemos hecho un recuento de esos motivos que, en la tierna infancia, hacían de tu periodo vacacional un eructo del infierno. He aquí, pues, nuestra lista:

1. Mientras tus amigos se iban a la playa o a lugares divertidos fuera de la ciudad, tú te quedabas solo en tu hogar, rumiando tu mala suerte. O peor aún: te encargaban en la aburrida casa de tus abuelitos, donde, pa’ acabarla de amolar, no había ningún otro chamaco con quién dar lata.

2. Algunas mamás, basadas en su intuición de jefas, pensaban: “este hijo mío ha de estar muy aburrido, lo voy ayudar”. Entonces buscaban alguna bonita actividad para ti: “escombra tu cuarto”. Por si fuera poco, te escondían tu videojuego favorito hasta que no terminaras todito tu quehacer.

3. Te mandaban a un “curso de verano” divertidísimo, que al final resultaba ser un curso de regularización: clases de inglés, matemáticas avanzadas (quebrados, divisiones con punto afuera y punto adentro…), español (enunciados bimembres y unimembres), en fin, cualquier cosa que tuviera que ver con escuela (“pa’ que no te cueste tanto trabajo el año que entra, mijo”).

4. No te daban chance de ver las caricaturas (sin importar que le fallaras al tío Gamboín), mucho menos jugar el Mario Bros. hasta que te salieran ámpulas en los dedos. Tenías que chutarte Diálogos en confianza en el canal once o Todo para la mujer en el radio, nomás porque a tu mamá le latían esos programas.

5. A veces los padres, en una muestra de gandallismo absoluto, nomás no te dejaban ser ni estar a tus anchas, pues te despertaban temprano como si fueras a ir a la escuela, dizque para que no te desacostumbraras, y te ponían a hacer algún tipo de ejercicio infame: abdominales, sentadillas, lagartijas…

6. Te agarraban de su puerquito para hacer todos los mandados, desde ir por la leche tempranito (y no a la tienda de la esquina, sino a la mismísima Liconsa), hasta por los chescos para la comida o por el pan de la merienda. Eso sí, ¡cuidadito y perdieras el cambio!

7. Ya en la secun, si reprobabas alguna materia (Deportes, Educación artística, Orientación…), sea porque los maestros te traían de bajada o porque de plano eras muy haragán, ¡triste tu calavera!, pues tenías que pasar el verano entero estudiando para los méndigos extraordinarios y… ¿pus cuáles vacaciones?

8. Como obra de la ira de Dios y del destino, si tenías carnales más chavitos y tus progenitores chambeaban, ¡pfff! Te enjaretaban la peliaguda misión de cuidarlos. De tal suerte, pasabas las vacaciones dándoles el desayuno, limpiando sus gracias y viendo los videos de Barney con tal de que se estuvieran en paz.

9. Procuraban tu entretenimiento y al mismo tiempo fomentaban tu intelecto, pero ¡ah, jijos!, a veces se pasaban de la raya. Tal era el caso de cuando te llevaban en vacaciones de visita a los museos (y tú que pensabas que te llevarían a La Feria de Chapultepec, ja, ¡iluso!). Lo peor es que no era El Papalote o el Universum (eso hubiera estado chido), sino el Museo de la Luz o el Museo Tecnológico de la CFE donde lo más moderno era meterle unos electrodos a unas papas para ver que tenían energía.

10. Nunca faltaba cuando en la primera semana de vacaciones hacías de las tuyas (rompías de un balonazo la mesa de centro o le fracturabas la muñeca a tu hermanito); entonces, te castigaban por el resto de las vacaciones: nada de salir a jugar, ni de televisión, ni nada de nada.

De esta manera, llegamos al final de esta lista cruel e ignominiosa. Pero antes de decir adiós, si tuviste alguna experiencia vacacional de este tipo, nos gustaría conocerla, así que entrémosle al chisme, que pa’ luego es tarde.

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