La estatura promedio del mexicano, según un estudio realizado por la Cámara Nacional de la Industria del Vestido, es de 1.64 metros y el de las mexicanas, 1.58. Sí, no se alebresten, sabemos que allá afuera hay miles de personas que parecen rascacielos, pero ellos serán motivo de otro artículo.

Nosotros, los chaparritos, a diario nos enfrentamos con muchas cosas que están fuera de nuestra alcance (textual). Pero bueno, tampoco es para tirarnos al drama, también tiene su lado amable. Aquí te diremos las ventajas y desventajas de no alcanzar el timbre:

Los tubos del Metro

Cada que nos subimos al Metro, al pesero o al Metrobús, decimos: ¿a quién diablos se le ocurrió poner a mil metros del suelo los tubos para agarrarse? Entre empujones, sobadas y apretones no queda más que aprender a sostenerse con las piernas y que Dios bendiga nuestros ranazos de cada día.

Ahora bien: las tristes consecuencias de los tubos del Metro

Como decíamos al principio, también abundan aquéllos que miden más de 1.64. Y como es de esperarse, al entrar al Metro, al pesero o al Metrobús, se agarran muy campantes sin considerar los aromas que despiden, de los que somos víctimas los bajitos que quedamos debajo de sus brazos.

Ah, los conciertos

Una de dos: o aplicas el gandallismo de meterte entre la gente para llegar hasta adelante o te quedas hasta atrás para chutarte todo el concierto y verlo en las pantallas. Si decides quedarte entre la multitud, lo más probable es que no veas nada y todos te aplasten pues… ciertamente nadie te ve.

El sastre, tu mejor amigo

Por fin encuentras esos pantalones de mezclilla con campana de elefante, como los que usaban en Los Años Maravillosos. Cuando te los pruebas, te das cuenta de que la campana queda justo debajo de tus pies. A pesar de ello, decides comprarlos. Obviamente acudes a tu sastre de confianza (que ya hasta te llama por tu apodo) y tristemente te corta la campana de elefante que tanto querías lucir.

A contraluz

Siempre tendrás que levantar la cara para hablar con alguien. Si te toca estar a contraluz, lo más probable es que no veas las expresiones de tu interlocutor porque te ofusca la luz y tengas que adivinar las caras que hace. Mirar hacia arriba TODO EL TIEMPO es la historia de tu vida.

Qué chistosito

A todos les parece sumamente gracioso que uno sea bajito. Te piden cosas que para ti son inalcanzables y rematan con un: ay, perdón, ya sé que no vas a alcanzar… ¡JA! O peor aún, si constantemente usas tacones y un día decides cambiar por zapatos bajos, todos se sorprenden por tu diminuta estatura.

Cabemos en todos lados

Las aerolíneas han reducido sus costos considerablemente y con ello, el espacio entre asiento y asiento. Uno que es bajito cabe a la perfección, pero ¿y el resto de la gente? Suponemos que deben practicar el contorsionismo antes de abordar cada vuelo. “Ajuste el cinturón de seguridad… y sus piernas hacia donde quepan”.

La altura de… básicamente todo

Llegas al hotel con tu pareja. Piden la cena al cuarto y cuando tocan la puerta, te diriges hacia ella para dar un vistazo por la mirilla. Esto sería inmensamente sencillo no ser porque la dichosa mirilla se encuentra a mil metros de ti y no alcanzas a ver quién está detrás de la puerta. Vamos, ni siquiera dando saltos lo consigues.

A comer el volante

Para poder manejar, es necesario ajustar el asiento lo más cerca posible al volante. Algunos osados eligen acostarse prácticamente en el asiento para poder alcanzar los pedales. Sin embargo, sólo logran ver la mitad del parabrisas. Bah, tan simple como es acercarse y manejar en santa paz.

No es difícil encontrar alguien a la medida

A muchos hombres altos les gustan las bajitas. Las bajitas no nos quejamos si conocemos a un tipo que no es tan alto. Ergo: tenemos más opciones para elegir una pareja sin tanto lío.

Fórmense por estaturas

Seguramente te tocó que tu maestra Paty les pidiera que se formaran por estaturas para hacerle honores a la bandera o para dirigirse al salón de música. A los chaparritos siempre nos tocaba ir hasta adelante y fijar el rumbo de la fila. Si la regabas y te ibas hacia otro lado, detrás de ti iba una cola enorme de chavillos que nomás te seguían sin saber que estaban más perdidos que un calzón en luna de miel.

¡Foto, foto!

Aquí hay que ponerse buzos, caperuzos. Si llegó la hora de la foto grupal, debes correr hacia adelante para que salgas en ella. De lo contrario, sólo se verá tu copete o simplemente terminarás diciendo: yo estaba detrás de Carlitos, pero me tapó para la foto.

¿Qué otras cosas les ha pasado, chaparritos adorables?

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