La historia de los peseros o microbuses terminó. MigueL Ángel Mancera anunció hace pocos días que se le dará cran a este arcaico transporte que fue característico en nuestra querida capirucha.

Durante décadas nos tocó fletarnos las malas condiciones en las que se mantuvo a estos vehículos. Aunado a esto, la mala voluntad y la pésima capacitación —si es que alguna vez tuvieron— de algunos choferes que los manejaron.

Por ello, les decimos con singular alegría: ¡adiós y nunca más regresen!

Pero, ¿qué es lo que NO vamos a extrañar de ellos?

1. Ir como banderín cuando está retacado

Esperas pacientemente a que pase tu pesero. A lo lejos ves el cartel del color que te llevará a tu destino. Al acercarse, te percatas que va hasta la eme de lleno. Ni modo, toca colgarse como banderín del tubo que está afuera y rogarle a Dios que no se pegue demasiado a los demás coches porque si no quedas prensado como masa para quesadillas.

2. Los agujeros del suelo

¿Quieres tener una visión global de tu trayecto? Bueno, pues éste es el sitio indicado. Algunos peseros están en condiciones tan malas que puedes ver el asfalto a través del suelo del micro. Eso sí, si algo se te cae y osa rodar por ahí: adiós, Nicanor.

101639Visión global.

Visión global. (Nancy Martínez)

3. Los asientos para liliputienses

O sea, es cierto que en México no nos caracterizamos por ser tremendas garrochas, pero aquí abusaron. Los asientos son tan reducidos, que si mides menos de 1.60m tienes que sacar tus dotes de Transformer e intentar sentarte sin que tus rodillas sufran las consecuencias.

4. Peor aún: los asientos que van encima de las llantas

Si creías que no podías hacer que tu cuerpo se redujera más, aquí seguro lo logras. La situación se agrava si el lugar que se encuentra a un lado, ya está ocupado. Tienes que saltar y arreglártelas para evitar patearlo y ajustar tu cuerpo a las nuevas dimensiones.

101636¿Es neta?

¿Es neta? (Nancy Martínez)

5. El chofer ligador

En aras de cumplir su deber, el chofer no te tira ni un lazo para cobrarte. Sentada al lado de él (casi siempre) hay una dama (o un jovenazo) que cobra la correspondiente cuota del trayecto. Risas, coqueteos y alguna que otra caricia hacen que el chofer maneje como si llevase verdura.

6. El micro descompuesto

A quien no le haya tocado un viaje en el que el micro se descomponga, que tire la primera piedra. Y cuando eso pasa hay que esperar horas a que el chofer intente arreglar su nave o que los pase a otro pesero. Si sucede esto último y te había tocado sentado, corres el peligro de perder tu preciado y diminuto asiento.

7. El timbre que no funciona

Confiado en que bajarás en la esquina que te corresponde, te levantas (agarrado de lo que puedas) para tocar el timbre. Cuando colocas tu dedo sobre él, el micro no se detiene. Por más que intentas tocar una y otra vez, nomás no resulta. Oh, sorpresa: el timbre está descompuesto y tuviste que haber lanzado un grito ensordecedor para que se frenara kilómetros atrás. A caminar y caminar.

8. Los tubos para gigantones

Quien ideó estos vehículos no tenía la menor idea de lo que estaba haciendo. Ya hablamos de los asientos para Barbie, pero… ¿qué hay de los tubos? Una vez más, si mides menos de 1.60m, nomás no alcanzas a agarrarte de ellos. Tienes que sostenerte de los tubos (previamente encremados) de los asientos y esperar a que el ranazo no sea tan duro.

101637Agárrese quien pueda.

Agárrese quien pueda. (Nancy Martínez)

9. Los carteles a medio borrar

A medio borrar, a medio romperse, a medio caerse. Los dichosos carteles que anuncian la ruta del pesero están más rotos que la capa de ozono. Y si por error te subes a alguno que no te lleve a tu destino, hay que rogarle al chofer para que tenga piedad y te deje en la siguiente esquina sin cobrarte.

101638¡No te extrañaremos!

¡No te extrañaremos! (Nancy Martínez)

10. Las ventanas que nunca se abren/cierran

Tal como dicta la ley de Murphy: en época de calor te toca subirte a un micro cuyas ventanas están selladas o que en temporada de frío, todas estén abiertas. Cualquiera que sea la que te toque, no hay poder humano para abrirlas o cerrarlas. Por ello, hay que ir preparado con una bolsa de plástico para evitar mojarse; un abanico coquetón para no morir de calor o una imitación de abrigo de mink para aguantar la congelada.

¿Qué otras cosas no extrañarán de los micros?

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