Si bien treparte al avión siempre es una experiencia interesante porque viajar es uno de los placeres que a todos nos gustan, muchas veces el entorno es lo que nos hace ponerle mala cara. Muchas vicisitudes se viven, desde que vas en camino al aeropuerto hasta que llegas a tu destino. Éstas son algunas cosas que detestamos de viajar en avión y del aeropuerto.

Levantarte temprano

No hay cosa más odiosa que desmañanarte para llegar temprano al aeropuerto. Si tu vuelo saldrá a las 6:00 horas, que Dios te agarre confesado, y más si es internacional, pues te “sugieren” que llegues tres horas antes. Así que haz cuentas, y llora por llegar a las 3 o 4 am, con los ojos chinguiñosos aún.

Ya que digeriste esa desmañanada, tu optimismo te hace decir: “en el vuelo me duermo”… Sí, cómo no. Ya vas tan alerta que se te espanta el sueño y cuando ya empiezas a poner ojos de huevo cocido y quieres dormirte pasan cosas como: 1) Un chamaquito empieza a llorar con ganas y adiós calma; 2) Te acomodas, cierras los ojos y tres minutos después llega el anuncio de que ya van a despegar.

Pasarse del peso de la maleta

Estás seguro de que llevas lo esencial para tu viaje de chamba o unos días de vacaciones, sin embargo, cuando llegas al mostrador llega la frase que nunca quieres escuchar: “Se está pasando del peso, señor”. Pones cara de “yo no fui”, pero nanai que te la perdonan y ahí estás, con tanta prisa y con la maleta abierta para ver qué le sacas. Se pueden ver tus calzones de bajo precio de Homero Simpson desbordándose por las orillas junto con tu pijama de Bob Esponja. O ya de plano te cachan con tus juguetes lujuriosos que llevabas pa’ divertirte con tu “peoresnada” en las vacaciones.

No te queda de otra que ponerte 4 playeras y dos chamarras, tirar tu tarrote de gel de un kilo (o del lubricante de tu juguete lujurioso), o pasar a tu bolsa o mochila que puedes llevar arriba los calcetines y calzones pa que no haga tanto peso.

Los detectores de metales

No hay nada más fastidioso que pasar por los arcos detectores de metales. Cuando estás seguro que ya te quitaste todo lo que pueda sonar, pasas y ahí está el bendito “beeeep”. Los policías y empleados del aeropuerto te “invitan amablemente” a que regreses y te fijes si no traes nada por ahí que suene. Vas pa’ atrás, ya viste que no hay nada y ooootra vez el “beeep”. Ya no queda de otra a que pases a una revisión más exhaustiva con el detector manual o ya en la de malas en una casetita.

Ésa es una, la otra es cuando pasas tu mochila o bolsa por la banda y los polis ven algo que no les cuadra en la pantalla. Ahí te tienen preguntando que para qué quieres tantos cables, que ese tarrito de qué es, etcétera, etcétera, etcétera. Para cuando ya pasaste, tienes que correr para llegar a la sala de abordar.

La fila para subir al avión

Por azares del destino llegas a tiempo a la sala de abordar y te sientas un rato o decides ir a comprar algo para leer. Llega el momento en que llaman para abordar y todas las personas civilizadas que te rodeaban se convierten en verdaderos orangutanes queriendo subir al avión. Sin embargo, la aerolínea empieza con sus divisiones y clasismos (ja) para dejar subir y algo así es lo que sucede: “Pase el cliente platino… pasen señoras con bebés y/o personas mayores… pase cliente Premium… pase cliente distinguido… pase cliente no tan distinguido” y al final pasas tú.

Cuando por fin subes, te das cuenta que antes que tú subió el vivo que se metió en la fila y que tu asiento es ocupado por algún barbaján que se hace el dormido. Y lo peor, los compartimientos para subir tu bolsa o mochila ya van atascados con recuerditos o bultos que de lo enorme que están son dignos de la central de abasto. Estás en la fila 23 y tienes que dejar tus cosas en el compartimento de la fila 4.

Vecinos incómodos

Por fin te sientas buscando paz y con la esperanza de tener un vuelo tranquilo. Todo parece ir bien, te pones tus audífonos, decides leer un libro o prefieres ver una película. Ya todo está en orden cuando a los pocos minutos te das cuenta que a tu vecino le ruge durísimo la pantera (que le apestan las patas, pues) al grado que casi te hace guacarear. O que de buenas a primeras empieza a roncar, con un hilo de baba que cuelga peligrosamente y que puede llegar a tu sitio, además de que al sacar el aire por su boquita, te llega ese olor a gato muerto.

O qué tal cuando te toca ir en la fila de tres asientos y te asignaron justo en medio de dos tipos enormes que parecen recién salidos del bosque donde talaron árboles por horas (y por ende, con el exquisito aroma que despide el trabajo físico). Tu vuelo de 5 horas se convierte en toda una pesadilla.

Pasar migración

Este apartado es especial si viajas al gringo también conocido como gabacho. Llegas a suelo estadounidense y lo primero que te encuentras es la enoooorme fila para pasar migración. Después de minutos esperando para llegar donde está el oficial de migración, pasas y se te queda viendo como si fueras un delincuente, un apestado o si le fueras a pedir una lana prestada (ojo, no todos son así, hay sus honrosas excepciones, pero nos dedicaremos a los otros ‘malvados’). Y vienen las clásicas preguntas, que a qué vienes, dónde te vas a quedar, por cuánto tiempo.

Si masticas inglés ya la llevas de gane y vas sorteando las preguntas. Si te cuesta trabajo, a veces se ponen punks y te empiezan a ver peor que a un talibán, mientras sudas la gota gorda. Cuando se dan cuenta que nomás vas a dejarles tus dólares por allá, te sellan como si fuera la tarjeta de la leche. Sin embargo, hay veces que te “invitan” a que acompañes a otro oficial al “cuartito”, ´pues quieren hacerte más preguntas. Resulta que te dajan un ratote y si tenías vuelo en conexión, pues ya valió. Después te salen con que ya te puedes ir y que si estuviste ahí es porque tu nombre, José González, es igual al de alguien que está boletinado o porque al de migración le parecías sospechoso… Así de barbas.

Recoger las maletas

Después de un viaje pesado, lo único que quieres es recoger tus maletas y lanzarte al hotel (o a tu casa, si ya estás de regreso), pero cláaaasico que ves pasar las maletas y la tuya ni sus luces. Veinte vueltas lleva dando la banda y tu maleta no llega y no llega. Lo mejor que te puede pasar en esta situación es que sea la última, porque si no sale, ahí te encargo. Te quedas sin nada para cambiarte en tu viaje y la aerolínea te dirá que te la manda a tu hotel o a tu casa, sea el caso.

¿Qué otras cosas te hacen sufrir en el avión o en el aeropuerto?

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