Todos entendemos que no quieras que te construyan, digamos, un segundo piso del Periférico si vives en San Ángel y tus calles son adoquinadas y tus casas coloniales. Eso está bien. Pero, vamos: si vives en la Narvarte o en la del Valle y te quejas porque la nueva línea del metro «va a afear la calle» o porque «el paso a desnivel va a hacer tremendo desmadre mientras lo construyen», lo que tienes no es instinto de preservación histórica, sino falta de visión de futuro.