Querido Presidente del Estado Plurinacional de Bolivia, Don
Evo Morales Ayma,

PRESENTE

El motivo de mi carta es expresarle el profundo
agradecimiento que en este momento siento hacia usted y hacia sus sesudos
comentarios. Muy al contrario de la mayor parte de los seres humanos con
sentido común en el mundo, hoy, después de haber visto sus declaraciones en la
I Conferencia Mundial de Pueblos sobre el Cambio Climático y la Madre Tierra,
he llegado a la conclusión de que es usted un maldito genio y que cualquiera
que lo dude merece un gobierno patético y agachista, como el que usted por
ningún motivo encabeza. Sí: sus declaraciones son lo más inteligente que he
escuchado en mi vida: que "la calvicie que parece normal es una enfermedad
en Europa, casi todos son calvos, y esto es por las cosas que comen, mientras
que en los pueblos indígenas no hay calvos, porque comemos otras cosas",
usted dijo; que "el pollo que comemos está cargado de hormonas femeninas.
Por eso, cuando los hombres comen esos pollos tienen desviaciones en su ser de hombres". Sí: Usted merece el
nobel de la paz y el grammy.

Y también se merece encontrar el amor.

Verá usted: yo soy calvo. A mis menos de 30 años, estoy a
punto de quedarme, cómo decirlo, sin pelo de cabellera. Hasta el día de hoy, yo
viví enojado: creí que mi calvicie prematura se debía a un mal negocio
genético, a mis niveles (altos, dicen los "especialistas") de testosterona, al
hecho de que me decoloré la cabellera demasiadas veces en la adolescencia. Y,
por supuesto, me sentía culpable: usted, que goza de abundante cabellera, no es
capaz de entender el dolor que implica para un hijo ver el rostro de su padre
cuando escucha que "papá, me están creciendo las entradas". Eso es algo que
sólo los calvos entendemos: una vida llena de apodos ("cabeza de huevo", "bola
de billar" y "frente de nuca" son algunos de los más socorridos), la
incapacidad de cambiar de look, los fríos invernales, el hecho de llevar a
cuestas un defecto genético -que hoy, gracias a sus declaraciones, deja de ser
culpa de uno: es culpa de la Coca Cola.

Título de la foto: "Demasiadas papas Sabritas"

Así que esta carta es para expresarle dos cosas: primero, el
alivio que siento por nunca haber sido fan del pollo. Segundo, que a partir de
hoy me pongo a dieta y dejo para siempre las palomitas de microondas, los
jochos del Seven, las tortillas Maseca, los burritos Lonchibon, los productos
de Marinela y Bimbo, me pongo a comer sanito y me siento a esperar que la
cabellera brote feliz y abundantemente sobre mi cuero lleno de transgénico.

Eso, o me voy a Europa (donde la alopecia es una "enfermedad
normal").

Y segunda cosa: le juro que si después de pura comida
macrobiótica y orgánica y traída directo de la selva Lacandona no me sale la
greña de Daniela Romo, voy hasta La Paz a romperle toda su madre. Por ser tan
pinchi genio.

Y voy con mis colegas.

Atentamente,

Ruy Feben, "el brillante"