Su madre cuenta que antes de cada partido le habla y le dice: «No vayas a pelear, por favor, no alegues. Tú mismo has dicho que no vas a ganarle a los árbitros… Y me dice que esta bien, pero luego en el partido lo veo alegando y nada más digo: “¡Madre santa! ¿Por qué no me hace caso?”»

—Algunos medios te han creado la imagen de peleonero. ¿Lo eres?

—Cuando me provocan, sí. Antes me provocaban más. Últimamente no tanto, y ya estoy más tranquilo. Antes ofendían a mí mamá y eso sí me calentaba muchísimo. Ahora me critican y sus críticas las tomo como “equis” en la vida.

—También te han querido crear una imagen de enojón, de antisocial, de conflictivo…

—Porque no me conocen. Me conocen nada más dentro de la cancha. Y yo dentro de la cancha me enojo porque no me gusta perder. Pero fuera de la cancha soy otra persona. Hay mucha gente de los medios que sí conocen como soy, de donde vengo, y saben que soy buena gente.

Su violencia quedó registrada en las cámaras el 8 de marzo de 2003, afuera del campo, cuando por la ventana del vestidores el estadio de Veracruz agredió a jefe de información deportiva de TV Azteca, David Faitelson, con un certero puñetazo de izquierda a la cara. Aunque la televisora demandó la intervención de la Comisión Disciplinaria, Cuauhtémoc no fue sancionado.

—A raíz de aquel problema con David Faitelson, TV Azteca fortaleció entre sus televidentes la idea de que eres un jugador-problema…

—Se metían tanto conmigo, que llegó un momento que dije: «¡Ya basta!» Y lo malo es que cuando los tienes enfrente, no te dicen nada. Les tiemblas las patitas.

—¿Por qué la mala relación con TV Azteca?

— Es como todo: yo trabajo en Televisa, bueno, mejor dicho: trabajo en un equipo que es de Televisa. Yo no tengo ningún problema con ellos. Siempre he dicho que al que obra mal en la vida le va mal. Ellos me han criticado muchísimo, han tratado de destruir mi carrera, pero gracias a Dios no lo han logrado. Yo sólo les digo una cosa: que Dios los bendiga.

—En TV Azteca te han ridiculizado con un muñeco naco, mal hablado, grosero. ¿Te molesta?

—Que dios los bendiga. No pasa nada. Al que obra mal en la vida le va mal. De algo tienes que vivir.

—¿De qué viven ellos?

—De fregar la gente.

—¿Qué momento vives ahora, en el sentido de aguantar la crítica?

—Ahorita estoy más tranquilo. Conforme pasa el tiempo te das cuenta de qué gente es la que te quiere hacer daño.

—Sabemos que no eres muy afecto a las entrevistas…

—No me gustan porque luego empiezan a hurgar sobre tu vida privada. Si van a hablar, que hablen de mi profesión. No me gusta dar entrevistas porque me han criticado sin bases. He dejado de dar entrevistas hace tres meses porque no se me hace justo lo que escriben.

—¿Has sufrido del acoso de los paparazzis?

—Sí, mucho.

—¿Cómo has reaccionado?

—Me llega a molestar. Imagínate que están fuera de tu casa, arriba de un helicóptero tomándote fotografías. Eso ya es incómodo, ¿no? Y me ha pasado. Llega un momento en que ya no tienes vida privada. Tienes que andar con cuidado…

—¿Han invadido tu intimidad?

—Sí. Ha sido muy complicado, aunque gracias a Dios últimamente ya han estado más tranquilos conmigo. Pero hace uno o dos años, no sé como lo hacían pero localizaban mi casa. Es muy difícil vivir así sobre todo en una ciudad como el DF, por la inseguridad. No le tengo miedo a nada, pero es difícil cuando sacan fotos de tu caro, de tu casa. Eso ya es meterse con la persona. Gracias a Dios no me ha pasado nada.

—El 13 de febrero de 2004 golpeaste a los fotógrafos de la agencia Clasos, Humberto Servín y Arturo Quintero, cuando intentaban fotografiarte con tu entonces novia, la conductora Galilea Montijo. ¿Por qué peleaste con ellos?

—Porque me molesta. No te dejan ni comer. O sea, como te dije hace rato: llega un momento en que dices ¡Yaaa! No puedes ni irte a comer en un restaurante. Ahorita ya me he tranquilizado. El otro día fui a comer y había como seis fotógrafos en el restaurante. Y entonces dije: «¿Para qué me peleo?» Ellos tienen que vender, tienen que hacer algo para subir las ventas de sus revistas. No puedo entender que no respeten tus momentos de privacidad, en los que puedas irte a comer, a tomarte una cerveza, a estar tranquilo. Es complicado vivir así.