Ponemos el dedo en la llaga: Cuál es la raíz de nuestro desdén hacia la mitad de los habitantes de esta ciudad, los que viven en el Edomex. ¿Qué, no todos somos chilangos, o todavía hay códigos “postales”?

Por Jorge González
Foto Mondaphoto (Alfredo Pelcastre, Carlos Aranda Jerónimo Arteaga)
Ilustración Noisemotion (Cecilia Falcón y Alejandro Ramírez)

Allá a los pesos les dicen varos y a los coches naves. Se necesita de pasaporte y visa para acceder a ese territorio. Allá básicamente todo es más chafa y de gusto dudoso… ¿Será que los chilangos necesitamos una minoría étnica reconocible que discriminar, y en una ciudad tan diversa de razas, costumbres y clases sociales, sólo la placa del coche podía distinguir un gueto?

Cada vez que un auto se nos cierra, basta con ver una placa para chillar entre dientes: «tenía que ser del Estado de México». El hecho de ser del Edomex convierte de inmediato a sus habitantes en depositarios de nuestras frustraciones. Son ese espejo de feria deformado en el que se resaltan nuestros propios defectos.