La primera vez que fui pensé encontrar a todo mundo en una pasarela orgiástica, como la que me contaban mis amigos ya mayores que ocurrían en los vapores de la capital antes de la pandemia del VIH. Verdaderas fiestas del cuerpo, el deseo hecho ramas y noche.

Pasaban de las 8 de la noche y hacía un poco de frío. Yo tendría alrededor de 25 años y fui porque mi amigo Daniel, una vieja loba del mar de las carnes, no podía creer que a mi edad no conociera ese santuario de los condones y los pañuelos desechables. De hecho, cuando llegamos lo primero que vi fueron montones de preservativos y papel higiénico, motivo que, cuenta la leyenda, llevó a José Narro Robles, ex rector de la UNAM, a podar las áreas verdes que servían de refugio para el amor de unos minutos entre hombres que ni siquiera se miran a los ojos. Los condones y pañuelos estaban en lugares más íntimos que el resto de ese paraje: bajo las copas de árboles y arbustos grandes, en cavidades hechas por la lava volcánica de la erupción del Xitle siglos atrás. Aquello me pareció casi como un bosque encantado porque, en cuanto entré, sobre una roca se posaba un joven estudiante del que sólo veía la silueta y la mochila delatora de juventud y ganas.

Pero no sólo había parejitas practicando felaciones o teniendo sexo, experiencia que como buen sociólogo tuve que experimentar, desde luego con fines meramente académicos como este artículo. También había grupos de amigos que al parecer van juntos para cuidarse de algún posible asaltante de carteras o de corazones. Mientras uno liga con alguno de los hombres que van y vienen buscando acción, los amigos platican de mil cosas, y escuchan gemidos y ven escenas de sexo como quien ve los carritos de las Atalayas de los Testigos de Jehová, es decir, sin prestarles la menor importancia.

Las pasivas alfa hacen gala de sus dotes vocales y pareciera que entre más personas se acerce a ellas cuando alguien los penetra, mayor es el éxito y la satisfacción. Porque, eso sí, por más que te escondieras siempre había alguien dispuesto a acercarse para masturbarse frente a ti y tu conquista, obsequiándote su miel de hombre como reconocimiento a tus talentos.

Cuando se juntan pasivo con pasivo suele ocurrir que, en nombre del deseo, alguno de ellos acceda a dejarse felar porque, si nos vamos a poner exigentes a la hora del amorts, pues ya saben lo que dicen: “el que mucho escoge, poco coge”. En una ocasión leí en el vestidor de un vapor del Centro algo que me dejó impactado por lo aleccionador de la frase: “aquí hay hombres, no modelos, y no vienes a posar, vienes a coger”. Creo que aplica también para el caminito verde que, como ejercicio de caminata, es muy bueno porque muchos sólo se pasean calificando a los demás y rechazando a todos porque en su mente quizá tienen la idea de que llegará el chacal de oro del Spartacus o el ejecutivo independiente que se los echará in situ, se enamorará de ellos y los sacará de pobres. Pero eso no ocurre casi nunca porque una de las características principales del caminito verde, como el de todos los lugares clandestinos de encuentro, es el anonimato y la fugacidad. Casi todos los que interactúan entre sí sólo se tocan las partes involucradas sin mediar diálogo alguno, como si la palabra acabara de tajo con el ambiente oscuro e inquieto.

¿Qué va a pasar? ¿Cómo es el movimiento aquí? Cada lugar tiene sus propias dinámicas pero en general se trata de lo mismo: tener sexo con desconocidos bajo la consigna magistral de que “aquí no coge la más bonita, sino la más chingona”.

¿Dónde está el famoso caminito verde?

Hoy el caminito verde sigue mudándose y resistiendo los embates moralistas de las autoridades de la UNAM, que en lugar de aprovechar el fenómeno para educar o sensibilizar sobre salud sexual u otros temas, prefieren podar espacios y amenazar a los asistentes con equipos de seguridad que están a la caza de algún descuidado para tratar de extorsionarlo.

Cada día el caminito verde está más hacia el sur, cerca de los edificios de posgrado y, aunque en su lugar original aún pueden verse siluetas que de pronto se juntan, lo que es cierto es que la putería es un ave migratoria y donde quiera que le cierren un bosque encontrará una pradera para subsistir.

#comper

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