Alejandro ha declarado que hace tiempo, descendiendo de Hakone, un cerro cercano a Tokio, «donde hay cuerpos de aguas sulfurosas, árboles secos, niebla, cuervos negros como perros voladores y un suelo cubierto de cáscaras de huevo negras», oyó unos terribles sonidos guturales. De la niebla, dice, surgió una niña con retraso mental caminando despacio, cuidada por un hombre de unos 60 años. Quienes bajaban la evadían con temor. El hombre la sostenía «con ternura, amor y dignidad». Al poco tiempo, explica, se topó en Estocolmo con «muchos sordomudos». Por esos episodios, sumados a un sueño erótico de una japonesa en el consultorio de un dentista, Alejandro habría pedido a Guillermo desarrollar la historia de una japonesa sordomuda.

—¿Es cierto todo eso?

—Sabe perfectamente que todo inició con una española discapacitada, que hice documentales de discapacidad y que lo único que me dijo fue “hagamos la historia en Japón” —dice Arriaga—. ¿Qué tiene que ver la historia de Rindo con una retrasada mental grandota? La historia de la japonesa se me ocurrió a mí, un día me acordé de un amigo sordomudo. Cuando él y yo íbamos en el auto podíamos dialogar porque me leía los labios por el espejo retrovisor.

Uno de los dos miente. Lo cierto es que atribuirse la historia de “Chieko” y de la “dimensión global” del film —característica, está, que Arriaga nunca contempló—, Alejandro no sólo tuvo crédito de “director” sino como “coautor de la idea del guión” —algo poco usual en el mundo del cine.

Cuando Chilango solicitó una entrevista a Alejandro González Iñárritu, éste nos hizo llegar por escrito, como respuesta, que su razón para no aceptar la entrevista es que «no está a participar ni a reducir una tan larga, importante y compleja relación en un par de horas en las páginas de una revista»; agregó que «sea su trabajo el que hable por él mismo, sustentado en la filosofía que los procesos íntimos de éste se deben de mantener ajenos con categoría, prudencia y pudor profesional».

Durante 2004 se reunieron varias veces para llegar a un acuerdo. Arriaga buscaba persuadir al director de no incluir en los créditos la frase “guión con idea de”. Por su parte, Alejandro decía estar en su derecho. Ese año, antes de viajar a África con Briggitte Broch, diseñadora de arte, para iniciar el scouting de Babel, Alejandro le pidió a Arriaga descansar juntos unos días en su casa de Ixtapa.

«Por inseguridad tuvimos un pleito grande de meses —relata Arriaga—. Nos vimos en México, en Los Ángeles, en restaurantes. Vamos, me pidió ir a su casa de Ixtapa y hasta me puse el traje de baño.»

El mar abierto, la brisa que ayuda a cavilar, la paz del regenerador océano, fueron poca cosa para templar la pugna.

«Alejandro estaba muy angustiado —agrega—, insistía en que por la japonesa y la idea de globalidad era justo compartir el crédito. “Hazlo por nuestra amistad”, me decía. Finalmente cedí. Le dije, “órale, de cuates, pero estoy completamente en desacuerdo”. Fue muy injusto, por fui yo quien trajo la historia de una mujer discapacitada que quiere perder la virginidad. Poner “idea del guión…” me parece un exceso. Me han llamado personas vinculadas a la película y me dicen que también les parece un exceso.»

—¿Por eso decidieron separarse?

—Ese es el motivo… uno de los muchos motivos de la separación.

¿Era tan débil la historia de Mariana? ¿Era tan necesario crear a la japonesa “Chieko”? Asoman leves certezas: Alejandro convenció a Guillermo de eliminar a Mariana. Al aportar un par de rasgos para crear a “Chieko”, Alejandro ganaba la partida: en un sentido estricto podía reclamar un crédito en la idea del guión un proceder que, desde luego, Guillermo nunca admitiría. Pero a esa altura la “trilogía” ya estaba consumada. Ahora sí la relación de hermanos podía concluir.

Ambos son una alegoría de Babel. Incapaces de comunicarse han optado por dejar morir una relación que, irónicamente, dio a luz tres cintas que ruegan entender que el destino del otro. Hoy, reclama para ellos y nadie más el pedestal de los créditos, grandes, brillantes: «La trilogía es mía.» Detrás de las cuatro historias de incomunicación de Babel, se ocultaba una más, protagonizada por ellos.

«Tenemos tres hijos, pero yo no pertenezco a su familia cinematográfica», dice Arriaga la ultima frase de la entrevista, para que no para que no quepa duda de un reencuentro es imposible.

En los comentarios de los DVD de Amores Perros, al repasar todo lo que el personaje de “El Chivo” perdió en vida Alejandro dice: «La vida no es más que un serie de pérdidas. Perdemos la inocencia, la niñez, el trabajo, el pelo, nuestros amigos, nuestros padres, la vida».

Esta vez, Alejandro y Guillermo decidieron perder al otro.