“No se vista gacho, vístase gabacho”, “bara pa’ la raza” y “¡Pura chulada!” son sólo algunos de los pintorescos letreros que podemos encontrar en el tianguis de ropa de paca que se encuentra entre las estaciones del Metro Pino Suárez y San Antonio Abad.

Apenas llegas y los montones de ropa se ofrecen generosos. Por el micrófono, un chavo se echa un discurso ya bien estudiado: “es ropa buena, es ropa de marca, sin defecto, métale mano sin miedo”.

Los montones de ropa están acomodados por categorías en los puestos. Hay desde las prendas sencillitas de 10 pesos hasta abrigos y tenis prácticamente nuevos que llegan a salir en 150 o 200 pesos. Tal como dice el chavo por su micro, la cosa es buscarle. Aquí no hay dobladores de ropa que te vean feo como en los malls cuando osas cometer el pecado de desacomodar las prendas buscando la talla deseada, al contrario, te invitan a que mediante la técnica de revolver aquí y allá, te lleves algún tesoro escondido.

La respetable clientela

Las compradoras promedio son señoras que le entran a la rebusca ya sin ningún pudor y con ojo experto revisan que las prendas sean de buenas telas, que aguanten las lavadas y que no se les vaya a ir el dobladillo. Sin embargo, también hay otros compradores, los que, aprovechando los buenos precios, se arman sus propios paquetes para llevar a otros lados de la ciudad o incluso del país y ganarse sus pesitos.

Por supuesto, no puede faltar la hipsteriza, desde el que se atreve a venir por cuenta propia y vestirse para apantallar a sus amigos faroles (“no mames goei, tu camisa está incre, ¿dónde la conseguiste?”) hasta los que, más abusados, revenden en sus showrooms o tiendas en línea lo que aquí encuentran y triplican o cuadruplican los precios de la mercancía.

Y es que pareciera chiste, pero sí es más o menos fácil venderle estas cosas a la raza gafipasta colgándole algunos adjetivos mafufos. Así, un suéter viejo de lana y estampado de rombitos se convierte en una “prenda vintage de hilado rústico y motivos poligonales con reminiscencias de los años setenta”, de la misma forma que se les podría vender un plato de chicharrón en salsa verde haciéndolo pasar por “corteza crocante de cerdo sobre espejo de salsa esmeralda”.

Toy Story 10: los malqueridos

Aunque en este lugar podemos encontrar sobre todo ropa, bolsos, accesorios y calzado, también hay botaderos de juguetes. Cuerpos de peluches están amontonados como en una fosa común, en espera de que alguien les de una segunda oportunidad. Los hay chiquitos y grandotes, el personaje de moda y otros que conocieron sus tiempos de gloria pero hoy apenas son recordados. En el mismo bonche podemos encontrar a Bob el Constructor, Shrek, la rana René, La Sirenita, Elsa de Frozen y un montón de barbies semicalvas y muñecos con ojos virolos.

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Ropa de paca (Pável M. Gaona)

¿Quién compraría un Turista Mundial sin las tarjetas de propiedad, un Fabuloso Fred sin una tecla o una Elsa de Frozen con el vestido desgarrado? Las probabilidades de adopción son pocas. Seguro un día hicieron felices a algún niño o niña que no dudó en botarlos cuando un personaje nuevo estuvo de moda o simplemente cuando el juguete se puso feito por el paso del tiempo. Así somos de ingratos los humanos.

Como en la canción de “La muñeca fea”, un bracito ya se les rompió y su carita está llena de hollín, pero siguen ahí, pacientes, inquebrantables. De repente, una niña cuya mamá busca entre un montón de blusas, exclama: “¿Mamá, me compras esta Dora la Exploradora?”. La mamá regatea y la niña se lleva a su nueva amiga por 15 pesos. Hay esperanza. No todo está perdido para los malqueridos.

Don Eduardo Meléndez, el pionero

Don Eduardo luce algunos tatuajes, trae una playera colorada, sin temor al albur popular que empieza con “ese de rojo…” y pues ya sabemos cómo acaba. Su local está rotulado con mensajes de alabanzas religiosas y con letras hebreas. En él hay también un letrero que dice: “Puma por afición, cristiano por bendición”. Él es el iniciador de este mercado y me acerco a pedirle una entrevista, la cual me concede con mucho gusto y hasta me ofrece una silla y una coca bien fría, por aquello de los calores.

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Ropa de paca (Pável M. Gaona)

-Don Eduardo, ¿cuánto tiempo tiene ya este mercado?

-Ya 21 años, el 11 de mayo cumplimos 22 años.

-Ya están a nada de tener su aniversario, ¿hacen algún evento para conmemorarlo como en La Merced?

-No, ya no hacemos, porque cuando los hacemos la gente toma y luego luego busca pleitos. Tratamos de evitar la violencia aquí en la plaza comercial. A veces mandamos a matar unos borregos y le regalamos un taco a cualquiera que se acerque, agradeciendo lo que se nos ha dado.

-Actualmente el mercado tiene muchos puestos, ¿así era de grande cuando empezó?

-No, nosotros éramos comerciantes del Metro Pino Suárez y nos sacaron de allá. Nos dieron los locales a crédito y acá ya estamos más protegidos. Pero al principio no éramos tantos, empezamos cuatro puestos nada más. Muchos compañeros se fueron porque al principio no se vendía. Pero de repente empezó a agarrar fuerza y ahora ya incluso muchos de mis trabajadores se han independizado y tienen sus propios puestos.

-Oiga ¿y a qué se debe que tenga rotulado su local con mensajes de tipo religioso?

-Pues mire joven, hay muchos puestos en los que por llamar la atención, muchos escriben sus anuncios con groserías. Yo soy cristiano y estudio las raíces hebreas y me gusta que la gente se lleve además de ropa económica, trato de que se lleve la bendición de Dios.

-¿Esto sí deja, es una buena opción económica? Porque ahora además de ropa también hay tenis, juguetes y otras cosas…

-Deja para vivir modestamente, pero deja. Hay variedad porque en la paca viene un paquete con todo, peluches, bolsas, lo que le llamamos la cháchara. Aquí la gente viene por lo económico. Hay prendas desde 5 pesos, hay quien no tiene para comprarse ropa nueva y esto le viene bien.

-Entonces usted cree que esto es una especie de servicio social

-Sí. Ayudamos a la economía de la gente, que no nada más ahorra para vestirse sino tiene la posibilidad revender en otros lados y ganarse sus centavos. No se puede exagerar diciendo que se gana mucho, pero algo sí se le puede sacar.

-Usted no recurre a las groserías pero sí al carisma para llamar la atención de su clientela, en el micrófono decía cosas bien cotorras como “no se vista gacho, vístase gabacho”, ¿qué papel juega el carisma en su labor como comerciante?

-Para la gente es importante que uno esté alegre, porque eso se transmite. Hay quien viene malhumorado y con estrés, yo lo que quiero es que la gente se sienta a gusto, se sienta contenta y en paz. A mí me gusta atenderlos con gusto, no con carota. Todo positivo.

-Usted me contaba hace rato que empezó trayéndose la ropa de Tamaulipas por no tener visa, ¿sigue teniendo problemas con eso?

-Ya con los años me hice de contactos. Al principio tuve que arriesgarme mucho, me pasé del otro del Río Bravo y los conseguí. Pero es muy difícil. Allá en la frontera nos tienen a los chilangos como gente arriesgada, pero también como rateros y nos discriminan mucho. Al principio nos traíamos todo en autobuses, en las cajuelas, envueltas en sábanas, arriesgándonos a que nos la quitaran. Ahora ya me la mandan, ya no tengo necesidad de viajar y la recibimos aquí en la plaza.

-Usted me dice que allá en el norte nos tienen catalogados como gente aventada, ¿usted asume su orgullo chilango como persona que se ha arriesgado?

-Sí. Cruzar la frontera no es cualquier cosa. Pero desgraciadamente a los chilangos no nos ven sólo como gente arriesgada, sino mala, como ratera. Es una palabra que usan para denigrarnos. Ahí nos tratan de forma déspota y nos humillan, hay que aguantar muchas cosas. Aunque no me quejo, todo trabajo tiene sus cosas.

-Bueno, pero actualmente la palabra chilango ya está adquiriendo otra connotación, aquí muchos, como nuestra revista, nos decimos chilango con orgullo…

-Uy joven, pero esto es aquí en la capital, donde la palabra se está actualizando. Pero allá en la frontera no. Allá la siguen utilizando para humillarnos los mismos mexicanos, como si fuéramos rateros, cuando uno está luchando para darle a sus hijos algo de comer y qué vestir.

-Por último, ¿qué mensaje le daría a la gente que no conoce la Plaza Comercial San Antonio Abad?

-Que vengan, que no le tengan miedo, que es ropa de calidad, que es ropa limpia, que viene hasta planchada, nada más que como viene en paquetes se arruga poquito a veces. La gente que quiera ahorrar, que se va a gastar 200 pesos o 300 pesos en una prenda, aquí se gasta simplemente 20 pesos o 30. Estamos entre Metro Pino Suárez y Metro San Antonio Abab, es cerrada de Fray Servando y la calle de Chimalpopoca, el local de su servidor es el D6 y el D7.

Paso entre los puestos de peluches, de bolsas y de ropa; tan entrado estaba en la plática que no me doy cuenta de que ya es hora de comer y es hora de alimentar la solitaria. Por fortuna en este mercado también hay sabrosos tacos de guisado así que me pido uno de arroz y otro de salchicha. Me los como mientras me imagino cómo sería este lugar hacer 21 años, cuando Don Eduardo llegó cargado con su ropa gabacha envuelta en una sábana, llevando también a cuestas sus sueños, su jovialidad y su esperanza chilanga.

Acá abajito te dejamos una galería de la ropa de paca.

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